Viernes, 26 de Abril 2024

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¡Oigan, jóvenes!

Por: Cuauhtémoc Cisneros Madrid

¡Oigan, jóvenes!

¡Oigan, jóvenes!

Es verdad que los habitantes -oriundos o no- de la Zona Metropolitana de Guadalajara nos caracterizamos por tener un cierto dejo de suficiencia, esto es, como si el vivir aquí nos hiciera mejores o superiores a otras personas, lo cual no solamente es evidente en nuestro comportamiento -al menos así lo considero-, sino que lo peor es que se lo estamos heredando a nuestros hijos y demás descendientes.

Ya sea que tengamos razones suficientes como para sentirnos privilegiados de poder vivir aquí - con todo y los múltiples problemas que acechan a una metrópoli como ésta-, o estemos soportando una etapa de esas que no se le desean a ninguna parte del planeta, considero que estamos en tiempo de poder darnos cuenta y corregir ciertos tipos de comportamiento, que lejos de abonar al desarrollo de la sociedad, lo único que hacen es dividirla más e incluso impulsar a que unos y otros nos lleguemos a ver como enemigos.

En mis rutas cotidianas paso por la puerta de algunas de las “universidades particulares” que hoy tanto abundan en la metrópoli (las cuales han surgido y se reproducen de manera exponencial, a raíz de que las universidades públicas no tienen la capacidad necesaria para dar albergue a los miles y miles de jóvenes que buscan una oportunidad para continuar con los estudios universitarios). El caso es que afuera de las mismas veo jóvenes -hombres y mujeres- que parecen estar pasando el tiempo, ya sea entre clase y clase o después de las mismas, con cigarros o cerveza en mano, muy quitados de la pena y/o en pleno idilio juvenil.

Pero lo que más me llama la atención, es precisamente esa actitud de suficiencia de quienes al parecer todo lo merecen. Ya sea que porten el uniforme escolar o no, las conversaciones suelen ser de lo más intrascendentes, y se comportan como si fueran “niños ricos” que todo lo tienen, cuando en realidad, los padres de  muchos de ellos se tienen que esforzar el doble o triple de lo normal para poder pagar la colegiatura mensual, con tal de que sus “niños” no se rezaguen.

Claro está que si esos jóvenes se distinguieran -como presumen con su actitud- por ser responsables y dedicados, lo más seguro es que sí habrían alcanzado un lugar en las universidades públicas y sus padres no tendrían que sufrir “las de Caín” para tenerlos en una institución privada.

APUNTE

Es muy loable el esfuerzo realizado por los padres para que sus hijos no pierdan el tiempo y se preparen, pero más lo sería que los jóvenes se comportaran de una mejor manera, tanto en las cuestiones educativas, como en su actitud, pues si bien es cierto que son privilegiados al poder tener estudios universitarios, habrían de darle el mérito correspondiente a sus padres

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