Sábado, 20 de Abril 2024

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Niños de la guerra

Por: Cuauhtémoc Cisneros Madrid

Niños de la guerra

Niños de la guerra

La solidaridad y capacidad de los mexicanos para albergar a los inmigrantes que arriban a nuestro país ha quedado manifiesta a lo largo de la historia del país, pero sin duda alguna que los episodios relativos a los cerca de 25 mil españoles que llegaron en 1937 a nuestra nación, entre los cuales se encontraban 456 niños -conocidos como los niños de la guerra- acogidos por el pueblo de Morelia, dejan un agradable sabor de boca, pues podemos constatar el generoso espíritu mexicano.

En mi entrega anterior titulada “El noble oficio de la política”, destaqué la decisión del General Lázaro Cárdenas y el hecho de que en la misma “tormenta de refugiados” propiciada por la guerra civil española llegaron dos personajes con los que tuve la oportunidad de convivir durante más de una década, tiempo en el que pude conocer un sinfín de sus anécdotas y experiencias, así como reconocer su don de gente de bien y basta cultura, pero que por motivos de espacio, en mi colaboración anterior sólo hice referencia a sus nombres: Don César Balsa Carralero y don Juan Rueda Ortiz, a cual más de valiosos seres humanos.

En atención a los comentarios y preguntas de algunos de los amables lectores, me permitiré dar una apretada síntesis de la semblanza de tan importantes personajes, cada cual en su ámbito. Juan Rueda Ortiz fungió como Secretario de Educación de los españoles en el exilio. A sus 23 años de edad, en calidad de  Embajador plenipotenciario trajo a los 456 niños a Morelia, y sirvió de puente para que convivieran con el General Lázaro Cárdenas  y su hijo Cuauhtémoc, el cual a la sazón tendría práctica la misma edad que muchos de los niños refugiados.

Creador de la mutualista Asociación Nacional de Automovilistas (ANA), primera en su tiempo, como un apoyo a los numerosos automovilistas que ya en aquél entonces empezaban a pasar “las de Caín” en la selva de asfalto. Posteriormente financió un buen número de organizaciones culturales, entre ellas la Academia Cultural Juan Rueda, misma que sostuvo hasta sus últimos días de vida. La Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, de la que llegó a ser Vicepresidente de la Junta Directiva Nacional, también fue una de las instituciones beneficiarias económica e intelectualmente.

Por su parte, Don César Balsa, llegó como un joven emprendedor en materia turística, hasta convertirse en un ícono de la hotelería y la gastronomía de nuestro país. Fundador de la Asociación Mexicana de Hoteles y Moteles, creador del restauran Focolare en la capital del país; del Hotel Del Prado en la Ciudad de México; de la zona turística de Acapulco y del fraccionamiento Buganbilias en nuestra metrópoli, entre otras múltiples actividades empresariales.

APUNTE

Los mexicanos somos solidarios por naturaleza, pero cargar con el peso de todos los centroamericanos son palabras mayores.

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