El viernes fuimos testigos de una de esas imágenes potentes generadas en el Salón Oval de la Casa Blanca. La discusión entre los presidentes de Ucrania y Estados Unidos, con la intervención del vicepresidente estadounidense, quedará como un mensaje que marca la forma y el fondo de la nueva diplomacia norteamericana.Gobernar a base de imágenes que se transmiten en línea es quizá una de las mayores transformaciones del ejercicio del poder público en los últimos tiempos. La muestra del viernes más actual en el mundo es el gobierno de Donald Trump, que cada día se esfuerza por generar poderosas imágenes que transmitan mensajes contundentes, los cuales alienten a sus bases electorales y adviertan a sus adversarios.Aún es muy pronto para saber las repercusiones de lo que parece ser un paso más en el alejamiento de Estados Unidos de Europa, su acercamiento a Rusia, o el costo que significará retomar el camino hacia una diplomacia más profesional. Pero lo que queda claro es el mensaje transmitido a todos los mandatarios del mundo respecto a cómo pueden ser tratados, en privado o en público, los asuntos que se traten con la administración Trump.Esto representa un cambio sustantivo en la forma de resolver los problemas diplomáticos. En el caso de México, agrega un factor de complejidad al manejo de la relación bilateral y a la manera en que se resolverán los diferendos.Un signo de que estamos transitando por rutas inexploradas son las acciones acordadas en materia de seguridad y migración, en las que se dan pasos para hacer coincidir los objetivos más importantes establecidos por los mandatarios. Pero, como vimos antier, la intención de mostrar una imagen poderosa de supremacía puede ser superior a cualquier entendimiento.Además, antier quedó de manifiesto el factor electoral, al recordarle al presidente de Ucrania que, supuestamente, apoyó a los demócratas en Pensilvania durante la campaña pasada.El pragmatismo político, que implica la posibilidad de entenderse a fondo con naciones no democráticas para reconfigurar el poder en el mundo, dejando de lado a los aliados occidentales, es realmente un cambio de rumbo. Ayer, lo que vimos fue un reflejo de esa visión pragmática de Trump para entenderse con Rusia, acordar una paz y colocar los intereses económicos de Estados Unidos en una ecuación que, transaccionalmente, puede parecer astuta, pero que estratégicamente puede ser peligrosa. Trump puede obtener ventajas inmediatas, pero perder en el largo plazo. Debilitar a Europa, a sus vecinos y renunciar a la influencia militar global puede significar acuerdos que ahora parezcan adecuados, pero que, con el paso de los años, podrían ser incumplidos y veríamos una expansión de los intereses antagónicos con los que parece entenderse ahora.El enorme desafío de la diplomacia mexicana ahora es similar al de otros países como Canadá y las naciones europeas: convencer de que un debilitamiento inducido por decisiones económicas o políticas de las naciones aliadas es un golpe a la fuerza de Estados Unidos.En nuestro caso, es aún más complejo debido a las debilidades en materia de seguridad y justicia que enfrentamos y que deberán fortalecerse rápidamente para recuperar la confianza erosionada durante años de diplomacia tradicional.Al fin y al cabo, lo que vimos antier fue la manifestación de la voluntad del presidente de Estados Unidos, lo que no significa que todo el establecimiento político y económico esté de acuerdo con el nuevo estilo de política exterior. Lo que quedó de manifiesto es la perspectiva con la que se abordan los asuntos más delicados que afectan a la vida de millones de personas en el mundo.La diplomacia mexicana, seguramente atenta a lo sucedido antier, está tomando nota del nuevo pragmatismo con el que se plantean los asuntos y de la necesidad compulsiva de los actores políticos de Estados Unidos por generar imágenes poderosas en línea. Sin ellas, no quedarán satisfechos, por más argumentos técnicos que se esgriman.