Lunes, 04 de Agosto 2025

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“Me dijeron que eran de las cuatro letras” (I)

Por: Jonathan Lomelí

“Me dijeron que eran de las cuatro letras” (I)

“Me dijeron que eran de las cuatro letras” (I)

El mediodía del 4 de junio Renata contestó su celular al salir de la prepa. Era un número desconocido. Así comenzó una pesadilla que terminó casi siete horas después en la Central Vieja de Guadalajara a 40 kilómetros de su hogar.

La voz al teléfono se identificó como miembro del cartel de “las cuatro letras” que domina en Jalisco.

Le dijo a Renata que su número había sido “clonado” y que habían recibido el “pitazo” de que les “estaban poniendo dedo” con la policía a través de su celular.

(Antes, una breve reflexión:

¿De dónde se alimenta el imaginario sobre el narco de una niña de 16 años? ¿Lo que ve en redes? ¿Lo que sale en las noticias? ¿La música? Renata me lo dijo más adelante.

Su referente es la realidad: vivió una balacera hace un par de años “como a 15 metros” de su salón de clases en la secundaria. Tuvo que esconderse y escuchar casi 15 minutos de refriega. Eso explica su miedo y parálisis. La tuvieron en su bolsillo desde el primer minuto).

El supuesto capo le ordenó dirigirse a un centro comercial porque ahí llegaría una de sus “trabajadoras” para revisar su celular.

Se trasladó y mientras esperaba le ordenaron entregar los datos de su familia. “Yo por miedo se los di. Y me hicieron borrar WhatsApp, Face, Instagram, todo lo que me pudiera poner en comunicación con mis papás”.

Renata les dio nombre y teléfono de sus padres; les dijo dónde trabajaban y el nombre de sus hermanos. Todo el tiempo la mantuvieron en llamada para que no la contactaran.

Después le dijeron que no iba a llegar la trabajadora y debía moverse de ese lugar. Renata sólo sabía ir a la Central Vieja de Guadalajara. Le dieron indicaciones de trasladarse para allá. Subió a un autobús.

“En el camino me trajeron en llamada. Me sacaba plática muy equis. Primero un señor, luego me pasaba a su jefe y luego a otro jefe. Yo hablé con cuatro personas”. Uno le habló de sicología, le recomendaba lecturas (“como que ese señor leía mucho”).

Recorrió 40 km del centro comercial en Ixtlahuacán de los Membrillos a la Central Vieja de Guadalajara. Se instaló en un módulo.

La pila del celular empezó a acabarse y Renata tuvo que pedir prestado un cargador en una tienda. Todo el tiempo le hicieron creer que estaba esperando a la supuesta trabajadora. La conversación seguía. Ya eran las seis de la tarde. No había comido nada. Compró agua. Ese fue su desayuno y su comida.

Estaba asustada. “En ratos, ahí en la central, se veían pasar camionetotas y me daba miedo que fueran ellos, que fueran a llegar”.

Hubo un momento en que les preguntó si la iban a dejar ir. La pusieron a rezar para que pudiera regresar a su casa.

Cerca de las siete de la noche, le ordenaron borrar todo su historial telefónico, cambiar de número de celular “y que no dijera nada”. Le pidieron que le marcara a su mamá. “Borré todo y le marqué a mi mamá”.

La primera patrulla llegó a los 15 minutos. El secuestro virtual de Renata había terminado. La liberaron gracias a la foto de un tatuaje después de que los extorsionadores exigían 300 mil pesos por “liberar” a la adolescente. Mañana comparto la historia completa con lo que vivió la madre de Renata.

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