Viernes, 26 de Abril 2024

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Más guadalupanos que católicos

Por: Guillermo Dellamary

Más guadalupanos que católicos

Más guadalupanos que católicos

Dentro del ámbito de la psicología política también se estudian las expresiones de fervor, piedad y religiosidad popular, y qué mejor expresión que el culto a la Virgen, sea de Guadalupe, de Zapopan, o de San Juan de los Lagos.

El misterio, aún sin resolver, es qué provoca semejante movilidad social y entrega a una profunda devoción mariana, que ha acabado por convertirse en el complemento al símbolo nacional. Estandarte del movimiento de independencia y de cuanto intento de revolución y defensa de los marginados.

Esa sensación popular de una mujer, madre de Dios, que cuida, protege, nutre y además cumple los deseos y peticiones con milagros de todo tipo, ha cautivado a miles de mexicanos y extranjeros que son fieles devotos a su divina presencia.

Ser guadalupano es algo muy serio, muy profundo y una clara muestra de la piedad de un pueblo que se ha unido entorno a ella, para expresar una fe en Dios, en algo más allá de una imagen visible que te acompaña con amor a todo lo largo de la vida.

Sin embargo he podido constatar que los conocimientos reales sobre el Catecismo Católico y el Magisterio de la Iglesia suelen ser demasiado elementales, que incluso llegan a reducirse a saberse sólo el ave maría, el padre nuestro y algo de la Biblia. Y que ir a misa - de vez en cuando- es suficiente para sentirse practicantes.
A muchos de los piadosos guadalupanos entrevistados les parece muy evidente que son creyentes en la Virgen, pero no en la Iglesia. Y lo último,  debido a todos los escándalos que ha generado la conducta irresponsable del clero y de la jerarquía eclesiástica, aunada a la hipocresía de muchos católicos que no son congruentes con el Evangelio.

De aquí la diferencia entre ser católico y ser guadalupano. El primero sigue con fe el Credo y lo cumple en los Sacramentos de la Iglesia Católica y es un genuino y honesto practicante de la caridad. Su vida la tiene centrada en la glorificación y alabanza a Dios Padre y encuentra una clara comunión personal con el Cristo redentor.
Sabe que está en manos de Él y que se ha de cumplir su voluntad y no la propia. Sigue la liturgia y cumple con la devoción y las fiestas de guardar.

En cambio el guadalupano vive más centrado en la oración, la ofrenda y la petición a la Virgen. Sigue rituales y ceremoniales centrados en la Madre del Salvador, más que en el mismo redentor y llega a casi perder la presencia y la divinidad de la Santísima Trinidad. Cree y actúa como si en la misma Virgen converge toda la espiritualidad cristiana. Y sobre todo pide que se le cumplan milagros y resuelvan sus problemas por medio de su intermediación y cercanía con Dios. Puede o no asistir a misa o cumplir con los sacramentos, pero no son importantes en su vida, como tampoco el estudio y conocimientos del Magisterio de la Iglesia.

¿Es clara la diferencia?

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