Estos días circula en internet un meme viral: la dino-profesión. Se trata de un dinosaurio diseñado por Inteligencia Artificial -esto es importante- caracterizado con alguna profesión “prehistórica”: obrerosaurio, profesaurio, diseñadorsaurio y supongo que hay un periodisaurio. En la memecracia es difícil rastrear la genealogía de un tema. Pero este surgió a partir de dos conversaciones en la web: la nueva ola de la Inteligencia Artificial así como su impacto en las profesiones tradicionales. Y un estudio de la empresa Remitly que analizó los datos globales de búsqueda del último año en Google para “descubrir los trabajos soñados de los internautas”. No sé si el resultado para México debería darnos risa o una preocupación más. En nuestro país un joven sueña con ser youtuber o influencer, igual que en la mayoría de los países de Sudamérica. Como cualquier “estudio en internet” que se respete, este carece de validez metodológica -la empresa que lo elaboró ofrece un servicio de envío de dinero, hágame usted favor-. Pero, digamos, el resultado intuye una realidad. Internet aniquiló varias profesiones y modelos de negocio tradicionales, modificó y creó otros. La economía digital impulsó, sobre todo, nuevos monopolios: Google, Facebook, Amazon, Apple, Microsoft.... Lo que ocurre en nuestra época, según la literatura académica, es un “declive del trabajo productivo”. Encaramos un relevo de las formas tradicionales de generar un ingreso y valor por medio del trabajo manual. La sociedad salarial que conocíamos da paso a nuevas maneras de producir el máximo rendimiento con el mínimo esfuerzo o inversión gracias a la tecnología. Por ejemplo, los medios. Un periódico paga a sus reporteros para generar contenido, pero Google, Facebook y YouTube monetizan ese trabajo por el cual no pagaron. Por el contrario, cobran al medio por distribuir el material que otros producen sólo porque monopolizan la plataforma tecnológica. Por sentido común, ¿qué vale más, el contenido original o los fierros para distribuirlo? En todo caso, la relación debería ser más justa, menos asimétrica y voraz. Ese modelo en esencia se reproduce en Uber y otros ámbitos tecnológicos. Por eso algunos hablan de la “uberización” de la economía global: sólo unos pocos ganan mucho a costa de la precarización de millones. Esta semana leí una noticia que me sorprendió. Siete de las compañías tecnológicas más grandes del mundo -Alphabet, Amazon, SalesForce, Coinbase, Microsoft, Spotify y Paypal- despidieron a 54 mil trabajadores a escala global, el recorte más grande de su historia. Sin embargo, esta medida para mejorar “la rentabilidad de las empresas” a mediano plazo fue “premiada” por el mercado y las compañías ganaron 391 mil millones de dólares en valor de mercado. Un recorte de plantilla puede ser doloroso y necesario ante una crisis, ¿pero en qué mundo es bueno y hasta premiado? Es como si el trabajo manual o las profesiones hubieran pasado de moda. En torno a esa órbita gira la ironía de las dino-profesiones hechas meme. En la economía digital el empleo fuera de la tecnología se ha precarizado en ingresos y derechos, lo cual sólo genera marginación. La Coparmex Jalisco informó ayer que en la metrópoli hay 80 mil vacantes con alta rotación, sobre todo en el sector servicios y construcción, por los términos de contratación desventajosos y las pocas oportunidades de crecimiento. Visto así el panorama, ¿quién no quisiera ser influencer? jonathan.lomelí@informador.com.mx