Sábado, 10 de Mayo 2025

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Los estacionamientos

Por: Abel Campirano

Los estacionamientos

Los estacionamientos

En los años sesenta del siglo pasado, el Centro de la ciudad era punto de reunión obligado. Allí estaban el Palacio de Gobierno en Corona y Pedro Moreno; el Palacio Legislativo, que un tiempo estuvo en la planta alta del propio Palacio de Gobierno hasta que se cambió a la calle de Hidalgo, y el edificio del Tribunal de Justicia, en Hidalgo 190, frente al costado Norte del Teatro Degollado.

Pero también otras cosas. El famoso Mercado Corona, principal centro de distribución de frutas, verduras, cereales, hortalizas, remedios, flores, pollerías, cremerías y dulcerías; también en el centro había zapaterías, boneterías, sastrerías, joyerías, cines, tiendas de ropa, mueblerías, tiendas departamentales y de ultramarinos, bancos, estudios fotográficos; lo que queríamos, allí lo encontrábamos.

Llegar era sencillo. De la casa al centro podía irse a pie porque en esos tiempos la ciudad no se había extendido tanto; pero, para quienes vivían en las colonias o barrios más alejados, los servicios de camión de primera y segunda eran variados: Oblatos Colonias, Centro Colonias, Plomos, Cremas, Norte Sur, Mexicaltzingo Mezquitán y anexas, Analco Moderna. Aunque claro, los que tenían el privilegio de poseer un automóvil tenían la posibilidad de dejarlo en alguno de los incipientes estacionamientos que había y no sufrían en los camiones ni en andar buscando un carro de sitio.

Cuando se iba de compras al Centro y se regresaba a casa lleno de bolsas, cajas y paquetes, y no se deseaba hacerlo en camión, estaban los sitios, o taxis, como ahora se les conoce. De los más conocidos era el Sitio Universidad, cuyos carros se estaban estacionados por la calle Colón y por la Avenida Juárez, pero también podía pedirse un carro de sitio por teléfono al Sitio Lux, Sitio Vallarta, Sitio del Carmen y otros más.

Quienes tenían la fortuna de poseer un automóvil, y no ocupaban ni transporte público ni carros de sitio, tampoco tenían la preocupación de dónde estacionarlo. En primer lugar, había muchas calles en el Centro que permitían el estacionamiento libre. Por ese entonces aún no habían surgido los estacionómetros o parquímetros y era bastante seguro dejar el auto en la calle sin temor, como ahora, a encontrarlo desvalijado o incluso que se lo robaran; teníamos una ciudad bastante más segura, bastante más amable de lo que hoy es.

Pero también había estacionamientos que ofrecían seguridad y comodidad, además de que el automóvil estuviera fresco al recogerlo, pues estaba bajo techo.

El primer estacionamiento que tuvimos en la ciudad fue el que se encontraba en la Plaza de los Laureles, frente a Catedral, a un costado del Palacio Municipal, flanqueado por las avenidas Hidalgo y 16 de Septiembre y por las calles Morelos y Pedro Loza.

El ingreso estaba por Morelos y 16 de Septiembre; era una callecita que no estaba abierta al tránsito vehicular, corría paralela a la calle Morelos y giraba en el mismo sentido de Pedro Loza hacia abajo para ingresar al subterráneo; la salida estaba hacia la calle Pedro Loza y podía uno incorporarse a esta o dar vuelta por la calle Hidalgo hacia el Oriente. Este estacionamiento tuvo mucho tiempo acomodadores y ya después se incorporó a la moda de los self parking.

Por la calle Colón, entre Prisciliano Sánchez y Madero, estaba el Estacionamiento Colón, y por la Avenida 16 de Septiembre, entre la avenida Juárez y la calle López Cotilla, el Estacionamiento Central.

El Estacionamiento Colón tenía doble entrada; podía uno dejar su auto en la calle Colón y recogerlo por la de Galeana, y viceversa. Muy cómodo. Mientras esperábamos que bajaran nuestro automóvil del estacionamiento, que tenía varios niveles, veíamos el constante ir y venir de los empleados-choferes, yendo y viniendo con boletos y automóviles de todo tipo y modelo: Ford Galaxie, Falcon, Futura, Valiant, Renault Gordini, Dodge, Plymouth, Taunus, Opel, los Vochitos, los Barracuda y otras variopintas marcas.

Los choferes eran corteses; a veces entregaban las llaves en mano y a veces estaban dentro del vehículo, pues estaba el motor funcionando, y al cerrar la puerta recibían su propina, que gustosamente se les entregaba por la prontitud del servicio y como gesto de correspondencia al cerrarle la puerta al dueño del carro.

El Estacionamiento Central tenía su ingreso y salida por la Avenida 16 de Septiembre, casi esquina con Juárez, y también tenía varios niveles; justo arriba de la tienda Woolworth, a la que en otra página habré de hacer referencia porque estoy seguro de que ustedes, como yo, tendrán muy buenos recuerdos de esa tienda. Cabe aclarar que era un estacionamiento público, no era de uso exclusivo para la clientela de la tienda.

El estacionamiento estaba en la parte superior y no sólo daba servicio a los clientes de esta, sino también a quienes compraran en otros establecimientos o que fueran a otros menesteres al Centro.

También en ese estacionamiento dejaba uno su coche en manos de los empleados, mismos que se encargaban de estacionarlo y en su momento bajarlo y entregarlo, llaves en mano, también con un servicio rápido y cortés.

Muchas otras historias se entretejen, pero ya será la semana próxima aquí en EL INFORMADOR, cuando continuemos abriendo páginas de mis recuerdos, si Dios nos presta vida y licencia. A todas las mamás, mis felicitaciones, un respetuoso abrazo, disfruten su día.

lcampirano@yahoo.com

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