Viernes, 29 de Marzo 2024
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Liberalismo a prueba

Por: Luis Ernesto Salomón

Liberalismo a prueba

Liberalismo a prueba

Las protestas extendidas en el mundo, el ascenso del populismo que ha hecho llegar al poder a hombres que concentran poder como Trump, Erdogan, Putin y otros, el Brexit y la tendencia a enjuiciar al pasado como un fracaso han puesto sobre la mesa la pregunta ¿está el liberalismo realmente en crisis o este periodo de cambio lo transformará para fortalecerle?

El liberalismo político es en realidad un sistema de ideas que propone la defensa de la libertad y el espacio de la tolerancia. Sostiene la idea de la dignidad de la persona y defiende los derechos humanos y la libertad económica levantando una barrera contra el conservadurismo y la concentración absolutista de poder. Para hacer realidad estos principios sostiene la necesidad de imponer el Estado de derecho como mecanismo esencial para establecer la vigencia de la libertad y los principios de igualdad.

Sobre estas ideas se ha construido el Estado democrático y luego el llamado Estado de bienestar, que según algunos ha agotado su ciclo. Por otra parte, el llamado neoliberalismo es una corriente que dentro de los principios liberales defiende la libertad económica ante la intervención del Estado y pondera el valor del mercado como instrumento de generación de valor para la sociedad.

En México se han levantado las banderas político-electorales para calificar al neoliberalismo como una propuesta conservadora e impulsar cambios en los mecanismos de distribución de los ingresos. Sin embrago, como sucede también en otras partes del mundo, subyace un cuestionamiento en conjunto hacia todos los principios liberales, que abre espacio a tentaciones, esas sí, profundamente conservadoras que proponen una concentración de poder tal que permita la imposición de modelos políticos.

El filósofo norteamericano John Rawls es quizá el más influyente pensador con respecto al liberalismo en el siglo XX, quien se propuso dar sustento teórico a una idea de la justicia en la sociedad de nuestro tiempo. Su propuesta liberal parte de la vigencia de libertades y derechos que permiten establecer parámetros de igualdad equivalente entre los individuos. Ahora mismo se ha desatado en Estados Unidos y Europa un intenso debate sobre la vigencia del liberalismo, sobre el impacto de las políticas de apertura comercial en el mundo, y respecto al respeto de la dignidad personal.

Uno de los motores de la inconformidad que se ha levantado en Hong Kong, en Irán, o en Chile, no sólo tiene que ver con los temas de la coyuntura local, sino con la rabia contenida por muchos años provocada por la tensión de llegar al fin de mes sin que alcance el ingreso, o sin alcanzar las metas establecidas por las empresas, o sin lograr los objetivos de la pareja o simplemente por la frustración ante las expectativas personales.

Esta presión creciente es identificada como una falta de respeto a la dignidad personal, como una violación de derechos que exige respuesta. No se trata de una cuestión ideológica, sino de la necesidad de expandir los derechos protegidos por la ley a nuevas realidades sociales y económicas. Ante esto, algunas autoridades tienen la tentación de imponer por la fuerza soluciones como en el caso de China, mientras otras buscan entender y pactar como en Chile.

El espacio que se abre para un populismo, que con el pretexto de defender cuestiones de coyuntura carga con los principios del liberalismo, es profundamente peligroso. El caso de Donald Trump resulta aleccionador cuando muestra su desprecio a la ley e impone decisiones en el límite del respeto a la dignidad como en el caso de la política migratoria. La defensa de la libertad, el imperio de la ley, la democracia y los mecanismos de compensación social son parte esencial del liberalismo.

La satanización del neoliberalismo visto como ideología, no debe ser pretexto para atentar contra los principios que rigen a los estados democráticos de derecho con vocación de igualdad social. Los cambios impuestos sin respeto a la libertad resultan aventuras infructuosas, por eso en el caso del Reino Unido con el Brexit, o en las negociaciones de Estados Unidos con China, se cuida con extremo cuidado el respeto a la democracia y la libertad.

Los cuestionamientos al liberalismo parten de la necesidad de expandir los derechos no de restringirlos. La rabia social se fermenta en la polarización y el autoritarismo surge cuando el desorden impera. La respuesta debe venir del Estado de derecho y del ejercicio de la participación de una sociedad cada vez más inmersa en la presión, la ilusión y el desencanto.
 

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