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La reforma eléctrica 84 años después

Por: Jonathan Lomelí

La reforma eléctrica 84 años después

La reforma eléctrica 84 años después

¿Por qué el debate político sobre nuetro petróleo o la electricidad siempre deriva en un debate ideológico en blanco y negro?
Nada como el futuro energético del país confronta y ahonda tanto la división entre las dos visiones del México que nos ofrece la clase gobernante y la oposición. Lo atestiguamos en la discusión de la reforma eléctrica en la Cámara de Diputados.  

La visión de AMLO y Morena defiende en esencia un regreso parcial al planteamiento ideológico de Lázaro Cárdenas en 1938.

¿Esto qué significa? Regresar el monopolio eléctrico a la CFE y cancelar los permisos de generación eléctrica a privados.  

En otras palabras, el regreso a una idílica soberanía energética en donde el Estado es dueño de sus recursos naturales y los protege de la rapiña extranjera.

Pero no es lo mismo 1938 que 84 años después.

La realidad en 2022 resulta ser más compleja. Si bien el neoliberalismo como doctrina económica enfrenta una crisis, no se puede negar por eso al mercado. El argumento oficialista de que la iniciativa privada es sinónimo de corrupción y entreguismo parece “olvidar” que el Estado también propicia y facilita esa corrupción.

De esta manera, AMLO parte de un diagnóstico atinado del problema: el adelgazamiento del Estado y la pérdida de la rectoría energética, pero propone una salida equivocada: el Estado puede solo.

Por su parte, la oposición defiende un modelo de transición a energías limpias, reducción de tarifas eléctricas y soberanía energética con la participación regulada del mercado.

Justo la misma promesa de la reforma energética de Peña Nieto en 2013. Malas noticias: el costo de la energía eléctrica ha subido 35% tras la reforma peñista. En 2015 pagabas en promedio $1.39 pesos por kilowatt/hora y en hoy cuesta alrededor de $1.91 pesos.  

Por otro lado, sin mecanismos de control público y privado, el sector energético seguirá a expensas de malos funcionarios y malas empresas.

¿No hemos aprendido nada? No basta cambiar la Constitución para transformar la realidad.

Peña Nieto reformó 150 artículos de la Carta Magna. AMLO suma medio centenar. ¿Tenemos un mejor país? ¿Más seguro?

¿Con mayor soberanía energética? ¿Se acabaron los números rojos de Pemex y CFE?

Vuelvo a la pregunta inicial: ¿Por qué el debate político sobre nuestro petróleo o la electricidad siempre deriva en un debate ideológico en blanco y negro?

Porque las razones ideológicas que dividen entre traidores y héroes, entre buenos y malos, son la cancha preferida del Presidente en su lucha por el poder político y la hegemonía del discurso.

Sobre esa línea machacará el Presidente a partir de hoy tras el revés que sufrió su iniciativa de reforma eléctrica en la Cámara de Diputados con el voto en bloque de la oposición.

Y mientras esto no cambie, seguiremos atrapados entre el fervor patriótico por un pasado que no volverá y las promesas de un futuro que no termina por comenzar.

En medio está la suficiencia energética del país en el largo plazo y el tiempo para experimentos se agota.

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