Sábado, 20 de Abril 2024

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La política, de nuevo

Por: Antonio Ortuño

La política, de nuevo

La política, de nuevo

Las circunstancias políticas difíciles complican la vida de todos. De los escritores también. Recientemente, en Cataluña, el novelista Juan Marsé, quizá el más importante narrador español vivo, ha sido vapuleado por algunos partidarios del independentismo, al que se opone. “Traidor”, fue el insulto lanzado en las redes y plasmado en algún ataque a sus libros en una biblioteca y a punta de plumón. Con todo y ser una gloria innegable, la postura política de Marsé lo puso en la mira. Se podrá discutir sobre el derecho o no que asiste a cierta causa, pero cuando las ideas en tales temas se convierten en combustible para el acoso, las cosas cobran un sentido siniestro.

Cito este caso por ser de actualidad, pero eso no lo convierte en uno de los más graves que puedan recordarse. Marsé sigue saliendo a la calle en esa Barcelona que tan memorablemente ha llevado al papel en sus novelas, y mucha gente, incluso independentistas (porque los radicales son siempre minoría), lo sigue y seguirá reconociendo como un genio. Su caso, como decíamos, no es único: en el otro bando, Quim Monzó, cuentista de mucho calibre que escribe, de hecho, en catalán, también ha sido objeto de insultos frecuentes en redes por parte de nacionalistas españoles. Porque, en esto de las injurias, lo raro es que haya alguien que no tire la primera piedra o, en dado caso, la responda con otra. 

¿Hay una correlación directa o esquiva, siquiera, entre la obra literaria y la ideología política? ¿Un autor con ideas más compasivas será mejor que uno que opte por un ideario virulento? ¿Un egoísta escribirá peor que un solidario? ¿La razón la tendrá un escéptico, un militante o un ponderado y equidistante observador? Me temo que las respuestas que puedan darse a estas preguntas serán falsas o, al menos, insuficientes. Por supuesto que la ética (personal y social) juega un papel en la creación literaria, pero hay algo en el arte que escapa a las estructuras y etiquetas de otras áreas del pensamiento. Nadie se convierte en mejor escritor por tener un comportamiento vil, por supuesto, pero el civismo y el activismo tampoco son sellos de garantía. 

En ocasiones, la agudeza para ver a través de los discursos biempensantes que tienen un misántropo o un malvado nos revela una serie de evidencias que el “buenismo” hipócrita ocultaba. En otras, la capacidad de cuestionar y desechar ciertas ideas fijas y nocivas cumple esa función. Celine y Simone de Beauvoir (un colaboracionista antisemita y que odiaba a la humanidad, y una precursora del pensamiento feminista) jamás habrían podido compartir una mesa de diálogo y quedarse tan tranquilos, pero ambos, desde ángulos irreconciliables, encontraron formas de repensar la naturaleza humana mediante el lenguaje y la inteligencia. A menos que uno sea un loco, es más que probable que no admire la figura de Celine; claro. Y, pese a las controversias, Simone de Beauvoir tendrá que ser recordada, siempre, como una referencia de primera en el pensamiento del siglo XX. Pero eso no guarda relación sólo con sus ideas precisas, sino con la capacidad de generarlas.

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