Sábado, 20 de Abril 2024

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"La isla" (Parte V)

Por: Carlos Enrigue

"La isla" (Parte V)

Joseph Trebilcock, era uno de los más exitosos médicos en el mundo, especializado en fecundación in vitro. Muchas celebridades acudían a él. Realizaba una detallada entrevista a la pareja, quienes tenían la sensación de que nada había quedado sin examinar, tanto en lo físico con lo emocional, en especial lo referente a la mujer, análisis que llevaba a cabo personalmente porque era un tipo morboso que trataba de excitar al máximo a las pacientes, sin importar que lo hiciera en presencia de una enfermera que parecía nunca enterarse de nada y de una doctora que gozaba del mismo placer que su jefe. Lo importante era llevar a la paciente al máximo del orgasmo, masturbándolas con la excusa de realizar un estudio a fondo.

Además los hacía participar en charlas que tenían una duración de varias horas, resultando extenuantes para médico y pacientes. Durante ese examen el galeno tomaba notas, que sólo él consultaba. De esa plática dependía en buena medida la admisión de los pacientes y era el camino para continuar, en virtud de considerar que el caso tenía posibilidades de éxito.

Una vez que estaba seguro de esto, remitía a la pareja a unos análisis exhaustivos y como tenía desconfianza de los diferentes laboratorios, los mandaba hacer en su propio gabinete, aunque la compañía que los realizaba no era de su propiedad, ya que está sancionado por la profesión médica obligar a una persona a hacerse análisis en las propias clínicas, de tal manera que no obstante que ese laboratorio prácticamente trabajaba en exclusiva para él, no estaba impedido para ello, por no recibir beneficios económicos.

Cuando los análisis se entregaban, el médico se tomaba un tiempo para estudiar los resultados y cuando los consideraba satisfactorios tenía lugar una segunda cita, en la que les hablaba de las posibilidades de éxito que podían tener, les explicaba las ventajas y factores negativos de cada uno de los miembros de la pareja, sugiriéndoles un tratamiento adecuado para ellos. Y es que la problemática que se presenta en esos casos siempre es singular. No hay dos casos iguales, solía decir el doctor y es que eso era realidad.

Tras la jornada, el médico se quedaba en su privado, se servía un armagnac y organizaba sus archivos interesantes, no nada más en el aspecto médico sino en su trascendencia vital, las consecuencias que para las partes tenía.

Recordó un caso que empezó en comedia y pudo terminar en tragedia. Se trataba de un dictador de una república bananera, llamado Francisco Berriozábal, amo absoluto de la isla de Flegra, y su esposa María, en cuyo matrimonio no habían podido procrear hijos, por lo que vinieron a consultar al doctor, que tuvo una larga entrevista con ellos. Después, cuando los mandó a hacer análisis, el dictador se molestó a tal grado que estuvo a punto de golpear al médico.

—Cómo me manda usted —le dijo— a hacerme análisis, cuando soy el más grande garañón de mi tierra. La que no puede tener hijos es ésta —refiriéndose a su mujer—, los hijos que yo tengo no puedo ni contarlos.

La mujer escuchaba con la vista baja aquella demostración de machismo y es que en esos lugares la mujer no es más que una propiedad del hombre.

@enrigue_zuloaga

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