Viernes, 29 de Marzo 2024
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La educación será local

Por: Diego Petersen

La educación será local

La educación será local

El entusiasmo de la reforma educativa de principios de este sexenio se ha ido reduciendo al paso de los años. Sin negar sus virtudes, principalmente reconocer el derecho a la educación de calidad y el poner a la educación en la parte superior de la agenda de transformación de este país, la reforma tuvo un problema de origen: fue una reforma centrada en lo laboral, pero sobre todo hecha desde el centro, por los del centro y con lógica del centro, lo que hizo que su aplicación no solo haya sido desigual, sino que requiere ser repensada desde las regiones y, más aún, desde las comunidades.

La calidad educativa no significa lo mismo en una escuela de la Ciudad de México, Monterrey o Guadalajara que en Oaxaca, Chiapas o la zona wixárika de Jalisco. De hecho, por ejemplo, la secundaria de San Miguel Huaixtita (se acaba de anunciar también la creación de una preparatoria ahí mismo) puede ser “pésima” de cara a los exámenes de evaluación nacional, pues nueve de cada diez alumnos tienen niveles insuficientes en dichas pruebas, pero es una secundaria modelo en muchos sentidos: es bicultural y ha enseñado a los jóvenes de esa región a entender a México y el mundo sin renunciar a su cultura. La escuela Ta´Tuutsi Maxakwaxi (nuestro abuelo cola de venado) cumple con su misión, independientemente de lo que en el centro las autoridades políticas consideren que es o no una buena escuela. Lo mismo sucede en muchas, muchísimas regiones del país: una escuela rural de Michoacán tampoco tiene la misma función social que una de Tijuana, y una de Los Altos de Jalisco nada tiene que ver con una de Mérida.

El verdadero reto de la reforma educativa no es la parte laboral y sindical (y vaya que no ha sido fácil) sino su anclaje en las comunidades.

Lo primero que tenemos que entender es que la educación en México son muchas educaciones en muchos Méxicos. Hay que buscar la calidad y la excelencia en todas, pero ni la calidad ni la excelencia se logran imponiendo una forma de educar, sino involucrando a las comunidades y en particular a los padres de familia en la educación. Hay competencias que son comunes y contenidos necesarios en el México del siglo XXI, pero ninguno de ellos tiene sentido si se desvincula y se desarraiga.

El verdadero reto de la reforma educativa no es la parte laboral y sindical (y vaya que no ha sido fácil) sino su anclaje en las comunidades. Es un reto social, pues requiere la participación de los padres de familia, la tercera pata, casi siempre ignorada, del triángulo, pero sobre todo político: anclar la educación a las comunidades significa perder control gremial, presupuestal y sobre todo de los contenidos.

La educación del siglo XXI será local o no será.

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