Martes, 22 de Abril 2025

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Francisco

Por: Jonathan Lomelí

Francisco

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Qué tiempos le tocó vivir a Francisco durante estos 12 años. Nada menos que la revolución digital y la vorágine de las redes sociales, que sacudieron la política, la economía y la comunicación global (en 2016 tuvo que abrir su cuenta de Instagram).

También le tocó vivir el paulatino declive del catolicismo en el mundo.

Tan sólo en México, el porcentaje de la población católica disminuyó un 5% entre 2010 y 2020, al pasar de 82.7 a 77.7 %, según el Inegi.

(En 1930, el porcentaje de católicos en el país rondaba el 97.7%).

Por otra parte, las personas en México que se declaran sin religión aumentaron en el mismo periodo del 4.7 al 10.6 por ciento.

Hace falta una profunda reflexión sobre las razones, pero sobre todo las consecuencias, de alejarnos de la espiritualidad que ofrece la religión.

Carezco del espacio y la competencia para ofrecer tal argumentación.

Por eso apelo a las palabras del propio Francisco, un Pontífice reformador —nunca lo suficiente— que bendijo por primera vez a parejas del mismo sexo, y un crítico abierto del capitalismo, la desigualdad y los excesos del sistema económico.

En su cuarta y última encíclica, Nos amó (2024), Francisco hizo una crítica y llamado a abandonar la lógica del dinero, señalando la deshumanización generada por los algoritmos:

“En el tiempo de la inteligencia artificial no podemos olvidar que para salvar lo humano hacen falta la poesía y el amor. Lo que ningún algoritmo podrá albergar será, por ejemplo, ese momento de la infancia que se recuerda con ternura y que, aunque pasen los años, sigue ocurriendo en cada rincón del planeta. Pienso en el uso del tenedor para sellar los bordes de esas empanadillas caseras que hacemos con nuestras madres o abuelas.

“Es ese momento de aprendiz de cocinero, a medio camino entre el juego y la adultez, donde se asume la responsabilidad del trabajo para ayudar al otro. Al igual que el tenedor podría nombrar miles de pequeños detalles que sustentan las biografías de todos: hacer brotar sonrisas con una broma, calcar un dibujo al contraluz de una ventana, jugar el primer partido de futbol con una pelota de trapo, cuidar gusanillos en una caja de zapatos, secar una flor entre las páginas de un libro, cuidar un pajarillo que se ha caído del nido, pedir un deseo al deshojar una margarita.

“Todos esos pequeños detalles, lo ordinario-extraordinario, nunca podrán estar entre los algoritmos. Porque el tenedor, las bromas, la ventana, la pelota, la caja de zapatos, el libro, el pajarillo, la flor... se sustentan en la ternura que se guarda en los recuerdos del corazón”.

Sus palabras pueden ser leídas —y atendidas— por católicos, no católicos, agnósticos, ateos…

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