Jueves, 28 de Marzo 2024

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Eufemismo y añagaza por mediocridad

Por: Xavier Toscano G. de Quevedo

Eufemismo y añagaza por mediocridad

Eufemismo y añagaza por mediocridad

¡Es que solamente fueron tres! ¡No, fueron los nueve!  Sí, así fue, todos los bureles que se lidiaron el domingo pasado carecieron de importancia por su falta de presencia —aunque ya no es novedad— y su mediocre o nula bravura —ésta tampoco es primicia—, situación que fue el común denominador de los festejos programados.    
      
¡Pero es que fueron tres! Insistió un poco confundido. Sí, te lo entendí desde un inicio. Así inició parte de la conversación que el pasado lunes sostenía con un buen amigo, el cual muy esporádicamente asiste a la plaza, y que me aseguraba enfáticamente que difícilmente volverá. ¡Qué festejo tan soporífero!, y en este tenor, continuó nuestra conversación por largos minutos, en la cual sus palabras y el timbre de su voz, denotaba molestia y principalmente desencanto.              

¿Es que no te agradaron “los regalitos”? ¡Pero, si el público eventual goza con ellos! Le dije mis afirmaciones en un tono definitivamente sarcástico. ¡Aaaaaay, este nefasto vicio que aqueja la fiesta en nuestro país!  

¡“Regalitos”! Que lo único que han logrado es restarle toda la seriedad a espectáculo. Los festejos se anuncian con seis astados cuando son tres o dos alternantes y ocasionalmente de ocho astados cuando se programan cuatro toreros.

¿Entonces? La oportunidad de cada alternante es con sus dos astados que les corresponden en “el sorteo” —es decir, la suerte— que es lo previsto, y lo que establece la tradición taurina, y con cada uno de sus lotes, los lidiadores tendrán la oportunidad de mostrar a los asistentes sus conocimientos y oficio para alcanzar el triunfo.

Pero al parecer ya no es así, seguramente que la seriedad no es tema a seguir. Y hoy vemos como una constante en cada tarde y en todas las plazas —por supuesto que me refiero a las de nuestro territorio— en las que un nuevo público, quizás poco enterado, o con desorientación, que goza y se alegra con el adverso y ventajoso regalito.             

El problema es claro y real, está palpable y a la vista de todos, y es que NO hay el más mínimo respeto a las leyes, tradición y cultura dentro de la fiesta, por parte de todos los actores que viven participando en el espectáculo taurino, y cada día que transcurre con sus actitudes mostradas, vienen convirtiendo los festejos en escenarios absurdos e incoherentes, fuera de todo contexto, que ni por asomo tienen nada que ver y mucho menos algo de semejanza, a los que es un auténtico y digno Espectáculo Taurino.

Actualmente en la fiesta —de nuevo con minúsculas— el desorden prolifera en cada tarde, se anuncian los festejos, pero va implícita la idea de llevarlos a cabo a su libre y caprichosa voluntad, y como a ellos —léase actuantes— les satisfaga, a saber: con reses inadecuadas, desorden durante la lidia, reiteradas violaciones al reglamento, “fastidiosos e inapropiados regalitos, sinónimo de mediocridad ”, y todo bajo la mirada sumisa de autoridades y la tutela desafiante de las empresas.        

Con tantas incoherencias y abusos que se dan tarde a tarde en los cosos de nuestro país, es indiscutible y obvio que los empresarios no logren llenar sus plazas. Pero, es que ¿a quién puede interesar un espectáculo así? Creo que ya a muy pocos, y de ellos probablemente en su mayoría serán espectadores esporádicos que tal vez no regresarán más.

Sin embargo es inadmisible que no lo visualicen, o se nieguen aceptar sus errores. Ya que la única verdad positiva dentro del espectáculo, es cuando en los ruedos del mundo emerge la figura y eje central de la Fiesta: su Majestad, El Toro Bravo.

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