Jueves, 28 de Marzo 2024

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"Enflacar a morir o morir para enflacar"

Perdonará mi solitario lector que con aspiraciones casi filosóficas me permita intentar meditar sobre la profunda relación que existe entre la muerte y la flacura...

Por: Carlos Enrigue

"Enflacar a morir o morir para enflacar"

Perdonará mi solitario lector que con aspiraciones casi filosóficas me permita intentar meditar sobre la profunda relación que existe entre la muerte y la flacura que hiciera a alguien, que no se quien fue pero que debe haber sido muy sácale punta, decir la famosa frase de “muerte dónde está tu victoria” y otros títulos a mencionar.

Después de ser rico, parece que lo más importante en esta vida es ser flaco, claro que si se trata de escoger cualquier gente normal preferirá ser rico aunque sea siendo un ballenato, pero la flacura no es de ninguna manera una mala segunda opción.

Coco Chanel afirmaba que nadie es ni suficientemente rico, ni suficientemente flaco y yo afirmaría que si bien la riqueza, como decía mi abuela, que la fortuna se esconde en sitios insondables, la flacura es un destino universal de la humanidad, y eso se lo debemos a la muerte que en forma absoluta nos lleva hacia la flacura. Por gordo que esté usted al morir, le aseguro con absoluta certidumbre que irá adelgazando hasta quedar literalmente en los huesos y no es una forma de decirlo sino una realidad para la que usted solo requiere paciencia y desde luego morirse.

Es increíble que con la muerte, que nos llevará al estado de perfección que es la delgadez seamos tan malagradecidos y ni ese mérito le reconozcamos. Así, que alégrense, sean felices, ya que lo sabemos, lo cantamos y  podemos saber con seguridad que nuestro destino final y definitivo es ser flacos tanto si se mata de hambre como si espera que la muerte lo deje en los huesos.

Pero lo que no podrá evitar usted el bullying por su corporeidad, cuando era niño, mis padres me llevaron con el Doctor Luis Farah un sabio que para mi familia era una especie de gurú cuya opinión era siempre definitoria; el problema, era que el día de mi primera comunión pesé setenta kilos (desde luego que antes del desayuno, porque en ese feliz evento rebasé ese tonelaje para nunca más volver) y acorde al manual del niño gordo, eso era ser gordo. El facultativo después de observarme me preguntó ¿ te gusta mucho comer? De respuesta más que obvia -debí contestarle que era gordo de aire, que me habían inflado en una gasolinera pero no se me ocurrió- sonriendo, me pidió lo siguiera a la recepción donde nos dirigimos a un mueble que ahí estaba y del cajón superior sacó un candado y  riéndose me dijo que me lo pusiera en la boca, lo cual podría haberse catalogado como bullying pero entonces no se usaba eso, era simplemente carrilla. Luego me prescribió una dieta que por desgracia o suerte nunca seguí.

Por eso siempre fui reconocido como gordo, pero pude también haber pasado como chaparro ya que si hubiera medido dos metros y medio no me hubiera visto gordo, sino simplemente como gordito.
@carlosmorsa

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