Todo inició con una foto en la primera plana de El Nacional. Si parafraseara a Vargas Llosa, diría que ahí quedó claro que todo se había jodido. Aquella nación, aquella sociedad. Pero ellos no lo supieron hasta mucho tiempo después.Estoy hablando de una novela e intentaré hablar de la prensa. La novela, en la que esa foto resulta crucial, es La hija de la española, de Karina Sainz Borgo, y la leí luego de que Denise Maerker la recomendara en Atando Cabos la semana pasada. No diré más para no ser aguafiestas de aquellos que se acerquen al gran libro editado por Lumen.Pero la prensa estuvo ahí, para registrar un hecho con el que ese mundo, en la trama de Sainz, giró 180 grados sin retorno a la vista.Porque la prensa está ahí para anotar, comunicar e intentar una explicación de las cosas, aunque no pueda (y acaso -en casi todas las ocasiones- no deba) intentar detener la marcha de esas cosas.Hace tres semanas, la prensa mexicana estuvo ahí. En Culiacán ese día en que Culiacán fue todo México. Ese día en que desapareció el Gobierno como antes habíamos visto desaparecer a otros gobiernos. Ese jueves, muchos periodistas dieron luz (eso significa editar, sacar de la oscuridad) a quienes se preguntaban en el país y más allá qué pasaba en la capital de Sinaloa, qué pasaba en la capital mexicana.Sin la prensa, ese infierno pudo haber sido un pandemónium peor de lo que fue. La prensa nos ayuda a calibrar el peligro, los riesgos y hasta el caos. Saber no sólo ayuda a tomar decisiones, saber también conforta, sosiega, contiene.En Culiacán, la prensa se auxilió del registro de videos y fotos y versiones que muchos ciudadanos pusieron en redes sociales. Pero igualmente, en su papel de discriminadores entre paja y grano, los periodistas supieron advertir que tal o cual material explosivo era falso, tomado de calamidades colombianas o brasileñas. La prensa como faro. La prensa como tableta para registrar lo que sí fue un hecho, de lo que sólo (afortunadamente) fueron rumores.Sin prensa no habría habido protestas ciudadanas en los ochenta por fraudes en Sonora, San Luis Potosí o Chihuahua. No habríamos visto y sentido la huelga de 40 días con sus noches de don Luis H. Álvarez, ni a Bartlett en la plenitud del pinche poder doblando al clero que por una vez se había puesto del lado de la democracia. Sin prensa no habríamos conocido en todo México las protestas de Cárdenas, El Maquío y doña Rosario frente a Bucareli, los zócalos llenos de esperanza neocardenista y la maniobra ratonera del PRI robándose la elección de 1988. De allá, y de más atrás, venimos. Y desde siempre estuvo alguien de la prensa.Debemos a muchos que ya no están que en materia de libertad de expresión México hoy sea la mejor versión de sí mismo.Y en algo habrá contribuido esa prensa a que de forma inacabada, imperfecta, injustamente desigual, patéticamente explotado por una cofradía de poco patriotas empresarios... pero a pesar de todo, México nunca haya estado menos peor que hoy.Como había mucho que mejorar, esta prensa lleva más de cuatro décadas dale y dale, unos más que otros, es cierto, pero diciendo todo lo que está mal. En parte gracias a eso, Andrés Manuel López Obrador ganó la Presidencia de México.Hoy AMLO cree que la prensa es su adversaria. Así lo dijo este miércoles cuando Silvia Chocarro, jefa internacional de Artículo 19, le pidió en la mañanera comprometerse a no denigrar ni atacar verbalmente a periodistas, recordándole que somos el país -sin guerra oficial- más mortífero para los reporteros: 131 han sido asesinados desde el año 2000.Dice Chocarro que “no se mata la verdad matando periodistas”. Así lo tituló la colega (trabajamos juntos en Reforma alguna vez) en un artículo que publicó en El País esta semana junto con Ana Cristina Ruelas, la directora de A19 México.Si yo hubiera editado ese artículo, les hubiera sugerido cambiar el título.Porque aunque tenemos siempre la esperanza de que la verdad triunfe, lo cierto es que el acoso y la violencia en contra de los periodistas sí merma las posibilidades de que la gente se entere de lo qué pasa en su colonia, en su ciudad, en su estadio y en su país. Sí se maltrata a la verdad que es de todos, al tundir al mensajero.López Obrador está a tres semanas de cumplir un año en el poder. Su anhelo por servir a su patria se le cumplió. Ojalá escape a la moda denunciada por Chocarro y Ruelas, quienes advierten que hoy hay “muchos líderes políticos que incitan a la violencia” en contra de la prensa. Pero si no, si Andrés Manuel insiste en atacar a periodistas, algo de la verdad que México necesita batallará más en surgir y dispersarse, pero al final, cuando AMLO esté en el ocaso de su periodo, que no quepa duda de que ahí estará la prensa, para publicar en primera plana el retrato de lo que haya sido su Presidencia.