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El mal fario de Arturo de Alba

Por: Patricio Fernández Cortina

El mal fario de Arturo de Alba

El mal fario de Arturo de Alba

Domingo 14 de octubre de 2018. La de ayer fue la mejor entrada en el serial de novilladas de este año en la Plaza de Toros Nuevo Progreso, pues había gran expectación para ver si esta sería por fin la tarde de triunfo del tapatío Arturo de Alba. Sin embargo, de nueva cuenta, la lluvia se interpuso en su camino, o mejor dicho, en su destino.

Al entrar a la plaza me encontré con los niños Emiliano y Cayetano, dos hermanos gemelos de cuatro años de edad que iban elegantemente vestidos de corto, con su sombrero cordobés perfectamente ceñido a la cabeza. A ellos los acompañaban dos niñas, que iban vestidas también con elegancia, de sevillanas. Cada uno de los niños iba de la mano de algún familiar adulto, cosa que da un gusto enorme porque así se crea la afición.

Se lidiarían seis novillos de la ganadería de San Martín, que se presentaba de nuevo en esta misma temporada de novilladas en la Nuevo Progreso, cosa que a los aficionados no cae bien porque debe darse oportunidad también a otras ganaderías. En fin, que donde manda capitán, el torero hará lo que pueda.

El primer novillo fue lidiado por André Lagravere “El Galo”, nacido en Mérida, Yucatán. Difícil de torear, el novillo buscaba más al hombre que al capote, y tiraba de patadas. Fue con nobleza al caballo, recibiendo dos varas pésimamente colocadas. El subalterno Diego Bricio puso dos pares de banderillas de buena factura, bien colocadas y arriesgándose ante el genio del novillo, por lo que recibió la ovación de los tendidos. Cayeron las primeras gotas de lluvia y “El Galo” no pudo cuajar faena con la muleta, pinchando y descabellando para matar finalmente con la espada, ante el silencio del público.

Héctor Gutiérrez, oriundo de Aguascalientes, salió en grande con el capote. Le pegó unas verónicas largas y cadenciosas al novillo, recibiendo fuertes aplausos. Pero de pronto, comenzó a llover con más intensidad. Sorteados los dos primeros tercios sin nada que destacar, el novillero pidió la muleta y tuvo dificultades para torear porque la lluvia arreciaba y el público corría a guarecerse en los palcos y en los pasillos de la plaza. Casi completamente solo en el ruedo, mató con certera estocada que le valió la única oreja de la tarde, primera en el serial de novilladas.

Arturo de Alba miraba desde el burladero. El agua de la lluvia bajaba a borbotones, haciendo cascadas en las escaleras de los tendidos. El ruedo comenzó a inundarse y se quedó completamente vacío. Pasaban los minutos. Dos aficionados obstinados pese a las circunstancias, seguían sentados en su barrera cubriéndose con un paraguas. Junto a ellos, otro aficionado estaba sentado sin nada que lo protegiera de la lluvia. Algunos decían que se bañaba el alma con el agua del cielo y la esperanza de que la lluvia menguara y pudiera continuar la novillada. Nada, sólo agua y más agua.

El juez bajó al ruedo y con sus propios pies sobre la arena inundada, constató la imposibilidad de que en esas condiciones se llevara la lidia. Desde el ruedo miró al palco de la autoridad, haciendo la señal de que se cancelaba la novillada. Mientras, los tres novilleros caminaban sobre el ruedo enlodándose las zapatillas. “El Galo” pensaba, volveré. Gutiérrez disfrutaba, también con el pensamiento, la oreja obtenida. De Alba miraba al suelo, pasaba sus zapatillas por el agua y la arena seguramente preguntándose el por qué. ¿Por qué la lluvia no lo deja torear en Guadalajara?

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