Usaré un ejemplo hipotético para explicar el llamado “dividendo del mentiroso”, un privilegio de la clase política actual.¿Qué tan discutible es que, si pongo un vaso con agua sobre una mesa y lo señalo, alguien pueda afirmar que no hay vaso, ni agua, ni mesa, y que soy un mentiroso?¿Podríamos debatirlo? Creo que no. Un vaso sobre una mesa no se le niega a nadie si está ante tus narices. Sin embargo, esto ocurre en nuestra vida pública. Me explico.En 2016, Trump popularizó el término “fake news”; el mismo año, el diccionario Oxford incorporó el término posverdad, que alude a cómo las emociones y creencias pesan más que los hechos.El regreso de Trump a la Casa Blanca coincide con un deterioro del debate público global, ahora agravado por la irrupción de la Inteligencia Artificial generativa y la evolución de las “fake news” hacia las “deepfake”.Ayer, en mi columna “Deepfakes: bastan 30 segundos”, expuse lo fácil que es falsificar audios o videos y los riesgos que eso implica.Esto ha aumentado la crisis de credibilidad de instituciones y medios de comunicación. Cada vez es más difícil combatir la manipulación y lidiar con la percepción de falsedad.El Latinobarómetro 2024 indica que “todas las instituciones básicas de la democracia tienen los menores grados de confianza: partidos, congreso, poder judicial y gobierno”. En el listado hay que añadir a la prensa.México, por ejemplo, aparece como el país con menos confianza en la televisión (30%) y radio (34%). En 2006, la confianza en esos medios tradicionales era el doble. En la prensa escrita confía el 30 por ciento.Este escenario crea condiciones ideales para el “dividendo del mentiroso”: ocurre cuando un político o figura pública niega cualquier prueba incómoda como falsa o como un montaje.Ahora cualquier evidencia puede ser producto de la “manipulación”, un “montaje” o una “malinterpretación” de los medios.Es también una licencia para mentir. Por eso un sector de la clase política alienta la desconfianza en instituciones y medios. Basta sembrar la duda para manipular y generar percepciones sesgadas.Un ejemplo, no hace mucho, son los audios de Alejandro Moreno, presidente del PRI, que acusó eran un montaje. ¿Cómo distinguir la verdad de la mentira?Sobre este tema hablaré en la conferencia “Deepfakes, postverdad y periodismo: ¿ver para creer?” que impartiré este jueves 24 de abril a las 19:30 horas en Talent Land dentro del foro Business Land. Tengo dos pases dobles para los primeros que me escriban al correo jonathan.lomeli@informador.com.mx.