Lunes, 09 de Septiembre 2024

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El desafío de la autorregulación de la red

Por: Luis Ernesto Salomón

El desafío de la autorregulación de la red

El desafío de la autorregulación de la red

Hace siglos se discutía si el espacio era una entidad anterior a los cuerpos; Newton lo definió como “el campo infinito de la presencia divina” un ente inmutable, e infinito que era explicado por la física y la filosofía como el ámbito donde tenía lugar la existencia. A partir de ahí los pensadores se preocuparon en cómo se regulaba esa existencia, primero en la física y luego en la sociedad. Por ejemplo, Immanuel Kant, al que conviene volver de vez en cuando para recordar la importancia de la libertad, se preocuparon por defender la razón como cualidad esencial del hombre, pero una razón capaz de decidir libremente someterse a un orden. El orden social se regía por normas que regulaban el arbitrio de la libertad de unos con otro; el filósofo de Königsberg, el puerto en báltico, con su origen humilde y su figura menuda y enclenque había provocado la revolución del pensamiento que significa colocar al hombre como generador del valor moral, ya no era necesaria una explicación proveniente de la divinidad para explicar lo bueno, lo correcto, lo justo. Luego, otro pensador alemán, hecho a sí mismo, que sufrió humillaciones a lo largo de su juventud, vino a establecer que ese arbitrio de la libertad solo sería posible en el Estado, abriendo el camino al desarrollo del nacionalismo; Hegel planteaba que el Estado totalizaba, la moral, el derecho, sometiendo a la humanidad al imperio de una razón encaminada por el estado. La libertad existía solo dentro del Estado y en función de un sistema. De esas ideas, se sirvieron algunos para sustentar ideologías que terminaron en tragedias. Ante este planteamiento se levantó Karl Marx para explicar el desarrollo de la humanidad a partir de su historia material, que conduciría a una revolución social en donde se terminaría el Estado para llegar a un estadio superior. En esa ruta habría que esperar que se conformara un dominio global de la burguesía que provocaría el colapso. Luego de la caída del muro de Berlín se han planteado otras explicaciones para justificar o la defensa de la libertad individual o las ideas enfocadas hacia la dignidad y la igualdad social sin recurrir a la violencia, haciendo uso de las normas nacionales e internacionales. 

En esas estábamos cuando, casi sin darnos cuenta, apareció otro espacio, otro campo infinito que ya no tenía la presencia divina que imploraba Newton, sino que había sido creado como una entidad paralela a la existencia material, a la que para ingresar había que someterse a las reglas del mercado. La aparición de la Internet planteó otra vez el dilema de Hamlet, ser o no ser. Había que decidir ser y estar en ese nuevo espacio, pero en este había que pagar por ello. Las normas por las que se regiría este ámbito inmutable e infinito en donde tendría lugar una nueva existencia, eran producto de la razón, de la ciencia y del mercado. 

El nuevo espacio que surgió hace apenas unas décadas ha debilitado al Estado de Hegel, ha permitido la expresión aparentemente libre de las personas y ha abierto un enorme horizonte de desarrollo para la ciencia, la economía y muchas otras actividades de la humanidad. Ha sido una revolución social sin fronteras que pretende auto regularse. Y decimos que la expresión es aparentemente libre porque no todos pueden tener existencia ahí, ni todos tienen las condiciones para usar, aprovechar y manejar sus herramientas; Pero sobre todo porque tiene un costo material, y mucho más importante, un pago en tiempo vital frente a los monitores que hay que entregar, para ser y estar. 

La autorregulación de la Internet, que permita tener certidumbre positiva sobre la conducta, y los valores,  de las empresas que generan el conocimiento, las herramientas y procesos es uno de los mayores retos de nuestro tiempo. Las corporaciones y sus mecanismos de decisión, son al mismo tiempo, generadoras de valor y amenazas a la libertad. En muchos sentidos los gobiernos y las personas hemos pasado depender de las plataformas tecnológicas y aquel arbitrio de la libertad de uno respecto a otro, se vuelve un mecanismo sujeto a relaciones contractuales supranacionales, muchas de las cuales resultan incontrovertibles. Conviene volver a Kant para que el hombre pueda crear, mediante la razón, los criterios de corrección que regulen la existencia en el nuevo espacio en donde existen los cuerpos virtuales sujetos aun a las frías reglas del mercado; que ha sometido quizá la mejor herramienta creada por el hombre, al servicio fundamentalmente de la máxima utilidad, dejando muchas veces de lado el cuidado de la libertad y la promoción de la igualdad social.

luisernestosalomon@gmail.com

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