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El banquito: metáfora y simulación

Por: Rubén Martín

El banquito: metáfora y simulación

El banquito: metáfora y simulación

Rodeado de sus familiares, amigos y colaboradores en su paso por el servicio público, Enrique Alfaro Ramírez presentó su sexto y último informe como gobernador de Jalisco en el Palenque de las Fiestas de Octubre el pasado 6 de noviembre. Queda para el anecdotario político el final del evento cuando Alfaro se hincó y persignó a un lado de su banquito, mientras sonaba la canción de Caifanes “Antes de que nos olviden”.

Enrique Alfaro volvió a desempacar su desgastado banquito de madera que le sirvió de templete en sus mítines en su lucha por la gubernatura del estado en 2018 como un símbolo o metáfora de una campaña austera, a pie de tierra, cercana a la gente y distinta a la política tradicional. El todavía gobernador está seguro que sí hizo una campaña electoral distinta en 2018 y que sí cumplió su promesa de cambiar la política en Jalisco.

Casi al final de su informe en el Palenque de gallos, Alfaro dijo: “Hacía tiempo que no cargaba mi banquito. El viaje fue largo, fue difícil, fue intenso pero fue la mejor historia que pudimos haber vivido. Me siento muy orgulloso de haber luchado con ustedes (…) cambiamos para siempre la política de este estado”.

¿Qué tan ciertas son estas aseveraciones? La metáfora del banquito como austeridad en realidad fue una mera fachada. La campaña a la gubernatura del entonces candidato de Movimiento Ciudadano (MC) no fue nada austera. Según un político emecista que participó en la misma, Alfaro gastó en su campaña cerca de 150 millones de pesos cuando el tope de gasto fijado por el Instituto Electoral de Jalisco era de 28.5 millones de pesos. Y ese dinero fue aportado por empresarios de Jalisco, como la familia Álvarez Bermejillo de Pisa, Chidán de Dalton, Plascencia de Ford, Martínez Garza, los Leaño, y los constructores del Grupo San Carlos, GyG de la familia Gómez Flores, los dueños de Tierra y Armonía o la Asociación de Desarrolladores Inmobiliarios. Pero la campaña de Alfaro de 2018, según la misma fuente, también recibió dinero de empresarios del país como Carlos Slim, Ricardo Salinas Pliego y del grupo de los diez empresarios más adinerados de Monterrey.

Por lo menos en lo que tiene qué ver con el financiamiento, la campaña de Enrique Alfaro hace seis años no fue distinta a lo de otros candidatos o partidos. Es un hecho que los candidatos que tienen más posibilidades de llegar a la gubernatura gastan mucho más del tope fijado por la autoridad electoral, y la del abanderado de MC no fue la excepción.

Ahora, ¿se llegó a cambiar la política de Jalisco en el ejercicio de gobierno? Creo que es una afirmación discutible o incluso sin sustento. Para empezar, lejos se está de la promesa de refundar la vida pública del estado, como prometió en campaña y al iniciar su administración. Pero también es discutible si consideramos que Alfaro fue un gobernador más parecido a las administraciones que encabezaban los políticos del viejo PRI autoritario donde no había separación de poderes, ni autonomía municipal y tolerancia a la crítica, viniera de la oposición o de la prensa.

En este sentido, el banquito como metáfora de otra forma de hacer política, distinta a la del pasado del PRIAN, supuestamente alternativa, moderna, progresista, fue mera simulación, pues al final Alfaro terminó siendo el gobernador con más prensa pagada reproduciendo los boletines que salen de la oficina de prensa de Palacio de Gobierno.

El político que presumió de haber cambiado la política de comunicación social tradicional, basada en la relación con los medios comerciales y que alguna vez apostó por una forma de comunicación alternativa mediante la producción y difusión de sus propios mensajes producidos por asesores en publicidad y estrategia política y luego difundidos en sus redes sociales, terminó como el mandatario más necesitado del gasto en publicidad para mantener su imagen como un político opositor relevante en el escenario nacional y para ganar popularidad entre el electorado jalisciense, al que se debe. Y si el banquito es una metáfora de emprender un gobierno y un modelo de desarrollo distinto al pasado, más justo y equitativo, tampoco ocurrió. Eso será materia de otra columna.

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