Viernes, 19 de Abril 2024

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El año del pensamiento mágico

Por: Martín Casillas de Alba

El año del pensamiento mágico

El año del pensamiento mágico

“Ahora, al empezar a escribir esto, es el 4 de octubre, por la tarde, de 2004. Hace nueve meses y cinco días, aproximadamente a las nueve de la noche del 30 de diciembre de 2003, mi marido, John Gregory Dunne, en la mesa del salón de nuestro apartamento de Nueva York en la que acabábamos de sentarnos a cenar, sufrió aparentemente -o realmente- un repentino y severo ataque al corazón que le causó la muerte. Quintana, nuestra hija única, llevaba cinco noches inconsciente en la unidad de cuidados intensivos…”

Así empieza Joan Didion -escritora norteamericana que murió la semana pasada- su obra titulada El año del pensamiento mágico, una obra que luego se puso en escena y que es parte de la “literatura de duelo” donde el narrador se refugia en el recuerdo para tratar de hacer de la pesadilla una obra literaria: “la vida cambia rápido, la vida cambia en el instante en el que te sientas a comer y la vida, tal y como la conoces, se acaba.”

Leila Guerriero dice que pocos autores escriben este tipo de obras con tal astringencia como Didion, “sin cursilería ni autocomplacencia, cuenta el tiempo oscuro que le siguió a la muerte de su marido y de su hija.”

La versión para teatro es un monólogo que Mario Vargas Llosa vio en Londres con Vanessa Redgrave y, tal como lo he citado en otras ocasiones, se quedó impresionado de la actuación de esta gran actriz que, por su parte, acababa de perder a su hija en un accidente. Vargas Llosa asegura que “es el mejor simulacro que existe de la vida, el que se parece más a nosotros, pues está hecho de seres de carne y hueso que, por el tiempo que dura esa otra vida en el escenario, viven de verdad aquello que hacen y dicen, y lo viven, si tienen el talento y la destreza debidas, de una manera tal que nos fuerza a nosotros, los espectadores, a vivirlo con ellos, saliendo de nosotros mismos, para ser otros, también mágicamente. Creo que es la mejor manera que hemos inventado para vernos mejor y saber cómo somos. Gracias Vanessa.”

En México puso esta obra Susana Alexander y los que no pudimos viajar a Londres quisimos verla aunque fuese con esta actriz para imaginar los golpes que pudieron noquearla, dificultándole que se levantara, como fue la muerte súbita de su marido y el fallecimiento de su hija única. Golpeada, siguió adelante como pudo.

“La vida cambia en un instante. Un instante normal, cuando enfrentados a un desastre repentino, todos señalamos lo normal que eran las circunstancias en las que lo impensable sucede… y de pronto, se acabó…” Tiene mucha razón Joan cuando de pronto todo se acaba y lo impensable sucede. Por eso, recuerdo a mi madre el 27 de septiembre del 74, cuando llegamos a Guadalajara para el funeral de mi padre y ella simplemente no podía entender lo que había pasado y nos decía: “si anoche estaba tan contento jugando al dominó con sus amigos…”. Lo normal frente a lo impensable.

“Mientras escribo esto, me doy cuenta de que no quiero terminar este relato. Ni tampoco quería terminar el año. La locura disminuye, pero la claridad no la sustituye. Busco objetivos y no encuentro ninguno. A medida que pasen los días... mi imagen de John en el momento de su muerte se irá haciendo menos inmediata, menos cruda. Será algo que sucedió otro año. Mi percepción del John vivo, se hará más lejana, incluso más ‘borrosa’, suavizada, transformada en cualquier cosa que sirve mejor a mi vida sin él. En realidad, ya está empezando a suceder.”

“Hagamos lo que hagamos, tenemos siempre la actitud de quien se va”, decía Rilke, como ahora que se fue Joan Didion, de quien comparto lo que escribió con mis amigos y amigas que han perdido a su pareja y aquellos que perdieron a alguna de las trescientas mil almas hechas cenizas en México por el COVID-19. 

malba99@yahoo.com

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