Jueves, 18 de Abril 2024

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Educar para ser humanos y para ser felices

Por: Por Dra. Ligia García-Béjar*

Educar para ser humanos y para ser felices

Educar para ser humanos y para ser felices

La educación es un proceso que inicia en el principio de la vida de cualquier persona. Cuando una familia anuncia el nacimiento de un nuevo ser, ya se está iniciando esa tarea de desarrollar el potencial de esa persona. Al inicio pareciera que los procesos educativos son más bien mecánicos y tienen que ver con satisfacer necesidades fisiológicas, pero no es así. Querer y cuidar a un bebé, es ya un proceso de configuración de su personalidad y del lugar que ocupará en el mundo.

Las sociedades actuales, líquidas y ansiosas por obtener resultados, han puesto el foco de la educación en el logro. Muchas familias contemporáneas parecería que están más preocupadas por que sus hijos se cuelguen medallas que por forjarles un carácter. Muchos niños y niñas desde pequeños se enfrascan en una carrera por desarrollar conocimientos y habilidades técnicas: que aprenda un instrumento musical, que aprenda a nadar, que sea bueno en un deporte, que tenga clases extra de matemáticas, etc. Desde luego, todo eso es relevante y aporta al crecimiento de una persona. En educación nada sobra. Sin embargo, en ese ir y venir de conseguir resultados, con frecuencia se olvidan aquellos elementos intangibles, que probablemente harán diferencia en la vida de una persona cuando llegue a la adultez; como por ejemplo: ser personas seguras, con una autoestima sólida, ser personas empáticas, capaces de dialogar y escuchar al otro, preocupadas por los demás, tener claro cuál es su lugar en el mundo, personas virtuosas y preocupadas por ser mejores, convertirse en buenos ciudadanos, por mencionar algunas. Algunos expertos le llaman a esto: educación del carácter, o dicho de otra manera, educar la cabeza, el corazón y las manos, pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de esto?

La educación del carácter no es un tema nuevo, al contrario, es tan viejo como la idea de la educación, pues apela a la preocupación educativa por el desarrollo y el crecimiento humano. Que un niño o una niña se eduquen en casa y en la escuela no se reduce a la transmisión de conocimientos y patrones sociales. Educar personas es un proceso muy parecido al de un jardinero: el objetivo es lograr que una persona florezca. Educar en el carácter es acompañar ese florecimiento. El término de “carácter” alude a cimientos filosóficos, pedagógicos, antropológicos, éticos y psicológicos. Es decir, una persona con un carácter sólido es una persona virtuosa, que logra establecerse metas y conseguirlas, una persona motivada, que encuentra significado a su vida y que, en última instancia, está llamada a ser feliz y hacer de su mundo un lugar mejor.

Somos una civilización que ha logrado un sinfín de desarrollos científicos, tecnológicos y de innovación, no obstante, los principios educativos primarios siguen siendo los mismos. Educar personas es un arte que tiene mucha similitud a cuidar un jardín. La labor de los educadores (principalmente los padres) es procurar un medio sano, fértil, estable y seguro que permita que los niños “florezcan” y se conviertan en adultos integrales. Gran reto para una sociedad con tantas disfunciones familiares y sociales.

Si bien, los entornos familiares no necesariamente son los ideales, la labor de los adultos educadores sí tiene que ser muy clara. El norte educativo en una familia debe contemplar algunos aspectos indispensables:

  • Educar en el autoconocimiento: educación de las emociones y del autoestima.
  • Educar en el autocontrol: la disciplina, la motivación y el establecimiento de metas.
  • Educar en la socialización: el respeto a los demás y la empatía.
  • Educar en la comunicación: saber convivir y relacionarnos con otras personas de manera sana.
  • Educar en la racionalidad: saber analizar situaciones, identificar y resolver problemas.
  • Educar en la ética: saber tomar decisiones que impliquen compromiso moral.
  • Educar en la ciudadanía: ser personas con compromiso social.

Las tendencias y modas educativas van y vienen, pero si los formadores de las nuevas generaciones, sobre todo los padres, tienen claro lo importante sobre lo accesorio, las perspectivas futuras de la sociedad serán brillantes y promisorias. Ser mejores educadores tiene que partir de preocuparnos más por los “qués” y menos por los “cuántos” o los “cómos”. Cuando tenemos claro hacia dónde vamos, podemos flexibilizar las formas. Lo importante es tener claro lo que necesita nuestro “jardín”.

*La Dra. Ligia García-Béjar es Secretaria de Investigación de la Escuela de Pedagogía de la Universidad Panamericana.

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