Martes, 19 de Marzo 2024

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Martirologio, mesianismo y fanatismo

Por: Diego Petersen

Martirologio, mesianismo y fanatismo

Martirologio, mesianismo y fanatismo

Hasta para ser mártir hay que tener vocación. Son pocos, muy pocos, los casos donde el santo mártir, da igual que sea de una iglesia o de la Patria, en un arranque de cordura haya dicho “por favor, no me maten”. La mayoría, al menos en sus hagiografías escritas como vida ejemplar, sacan el pecho, se abren la camisa, caminan serenos hacia la horca y a grito pelón ofrendan su vida en nombre de la causa por la que pierden la vida.

Al Presidente López Obrador le gustan los mártires y le encanta el papel de víctima y sobre todo el de mesías. Ayer, a propósito de la sentencia de seis años de prisión para la vicepresidenta de Argentina, Cristina Kirchner, el Presidente dijo que si a él lo querían meter a la cárcel no había problema, pues ya sabían dónde iba a estar (en el rancho con nombre de lugar inhóspito y lejano) y sentenció que alguien que tiene la conciencia tranquila, como él, no sufre en la cárcel. Más aún, también se comparó, de manera poco sutil, con Cristo, y dijo que el Mesías, al igual que él, luchó por los pobres, fue perseguido, espiado y señalado como alborotador del pueblo y agitador social.

Las referencias a Cristo y a la biblia en las Mañaneras son ya parte del paisaje: el Presidente habla más de Cristo que muchos curas. Lo que hay que resaltar son las comparaciones, esas disposición a ser mártir y al mismo tiempo a equipararse con el Mesías. Si alguien tenía duda de hasta dónde puede llegar el Presidente con eso que él llama “sus causas”, está claro que va a meter el cuerpo, y no en el sentido figurado.

Las convicciones, a las que tanto hace referencia el Presidente, son sin duda un valor para un líder político. El problema es cuando éstas se convierten en ideas fijas, cuando la creencia en un ideal y en una forma de hacer las cosas impide el diálogo, niega al de al lado y deja de escucharlo. Eso es el fanatismo, sea religioso o político.

Frente al mesías lo que hay son fanáticos. Que los diputados y seguidores de López Obrador festejen que se haya aprobado la reforma electoral sin tocar una coma de la palabra del señor, sin pensar que el texto podría y debería de ser mejorado por los que no piensan igual que ellos, sin vislumbrar que discutir la democracia sin métodos democráticos es una contradicción en sí misma, es aún más grave. A la máxima fundamentalista de “El INE no se toca” la respuesta fanática fue votar sin leer.

diego.petersen@informador.com.mx

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