¿De qué tamaño es el problema de los socavones en la Zona Metropolitana de Guadalajara? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Lo que pasa bajo nuestros pies es un verdadero misterio, literalmente no sabemos dónde estamos pisando.Las autoridades tienen muy claro y explican con lujo de detalle las causas de la formación de un socavón. La antigüedad de las redes suele ser la explicación más socorrida. Los viejos tubos de barro o asbesto desaparecieron por la fricción del agua y hoy solo quedan oquedades en la tierra que poco a poco se va desgastando hasta colapsar. Es más frecuente en terrenos que fueron rellenados, como el caso de Alcalde Barranquitas, que allá donde hay un suelo más compacto de jal. Pero cuando vemos socavones como el de Avenida Malecón, que se construyó en 2004, la respuesta no es la antigüedad, sino una obra mal hecha que no tuvo ni siquiera 25 años de vida útil.A estas alturas del partido, la pregunta que importa no es por qué se hacen los socavones en la ciudad, sino cómo se pueden prevenir y cuánto cuesta arreglar nuestra red de drenaje. Hay todo tipo de cálculos, desde los moderados hasta los exorbitantes; el problema es que no hay recursos ni para el más básico. El SIAPA no tiene dinero por muchos motivos, el principal de ellos han sido malas gestiones, exceso de burocracia (el caso Eli Castro es una entre decenas de puestos que sobran), pero no nada más: hay un rezago histórico en la tarifa que tiene ahogado al organismo operador. Los municipios tampoco tienen presupuesto, y lo poco que tienen prefieren gastarlo en cosas que luzcan o al menos que se vean. El Gobierno del Estado tiene más recursos y a la vez muchos más compromisos que atender. Sobre el presupuesto estatal recae hoy todo el gasto en infraestructura, desde transporte público hasta caminos saca cosechas, pasando por hospitales y carreteras, pues el Gobierno federal, que solía ser la gran fuente de financiamiento, está seco.Del drenaje solo nos acordamos cuando no funciona. El agua que se fuga regresa a los mantos freáticos y, mientras abramos la llave y salga un chorro, a nadie le importa. Los gobernantes prefieren correr el riesgo de un socavón más o un socavón menos antes que gastarse el poco dinero que tienen en tubos que nadie va a ver. Sin embargo, algo tenemos que hacer porque, a quererlo o no, el futuro de la metrópoli y de nosotros mismos depende de que las cosas funcionen bien allá abajo, que sepamos con claridad, como ciudad, dónde estamos pisando. Aunque duela en el bolsillo, tenemos que llegar a un acuerdo para invertir en las redes de agua potable y alcantarillado, y eso solo puede salir de dos fuentes: o de la tarifa del SIAPA o de otros impuestos, pero que nadie tenga duda: lo vamos a pagar nosotros.