Sábado, 27 de Abril 2024

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Ecos del 8M

Por: Diego Petersen

Ecos del 8M

Ecos del 8M

Las marchas de las mujeres en todo el país volvieron a sorprender. No sólo por el número de participantes, que se multiplicó por diez en una década, sino por la fuerza de sus demandas. Las niñas que hoy tienen cinco o seis años tienen esperanza de sufrir menos acoso, menos discriminación laboral, pueden aspirar a un poco más de seguridad y certeza sobre su propio cuerpo gracias a las mujeres que los últimos años han salido a marchar, han levantado la voz, unas a grito pelón, otras con el marro en la mano golpeando con furia lo que encuentran a su paso, pero todas con un mismo objetivo: destruir una asfixiante cultura patriarcal para construir una nueva forma de ser y estar en el mundo para las mujeres de las próximas generaciones.

No deja de sorprender que la represión a las marchas se haya dado en Estados como el de México o Colima, donde gobiernan mujeres, o en Zacatecas, donde el Gobierno ha sido incapaz de tocar con el pétalo de una declaración al crimen organizado. El mismo Gobierno zacatecano que pide a las madres que recen para acabar con la violencia no tienen empacho en gasear a las mujeres que protestan. 

Las vallas rodeando Palacio Nacional, poniéndolo a salvo de las mujeres que protestan, son también una metáfora de la distancia entre el Presidente y la agenda femenina. Fueron cinco años de Gobierno y otros tantos de marchas y López Obrador nunca entendió que esa causa, la de las mujeres, iba más allá de su entender. La cuarta transformación será feminista o no será, decía en 2019 el Presidente después de la primera manifestación que lo descolocó y le rompió su discurso totalizador. Hoy, cinco años después, habrá quien defienda la transformación, quien vea en el nombramiento de Claudia Sheinbaum un triunfo de las mujeres (sin duda lo es); sin embargo, cada día es más evidente el abismo entre la agenda de las mujeres de clases medias urbanas y la visión paternalista y condescendiente del Presidente.

Quien quiera leer en las marchas una reivindicación política de cara al 2 de junio se va a equivocar. Lo que pasó en Ciudad de México, Guadalajara o en Tijuana no prefigura un escenario electoral. Nada tienen que ver las demandas expresadas en el 8M con las preferencias electorales, lo cual significa, entre otras cosas, que eso de que el país está polarizado sólo en la continuidad o no del Gobierno de Morena, que dos personas que piensan distinto en términos políticos no pueden salir a la calle a pelear juntas una agenda común es otra de las grandes mentiras que se han construido desde la oposición y desde las Mañaneras. Si algo nos enseñaron las mujeres este 8M es que el país es mucho más de por quién votas, que la lucha no es por gobernar sino por cambiar aquello que afecta a la sociedad en su raíz: cómo creamos una sociedad igualitaria, donde quepamos todas y todos, sin violencias machistas.

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