Del “no traigo cash” de Ernesto Zedillo a “El Rey del Cash”, todos los políticos de este país han pasado, en mayor o menor medida, por esquemas similares de uso de recursos en efectivo para no reportar y esquivar la fiscalización. La expectativa por la aparición del libro de Elena Chávez, periodista y ex pareja de un cercano colaborador de López Obrador, ha generado un enorme morbo con circulación pirata incluida (ayer me llegó no menos de 10 veces).Con la llegada de la democracia y las elecciones competitivas, el cash, el dinero en efectivo, se volvió un elemento esencial para llegar al poder. Toda la operación política, generación de estructuras y compra de voto se hace con efectivo. Cuando el PRI quiso innovar pagando con monedero electrónico le costó un buen escándalo, la huella fue demasiado visible y nunca más lo volvieron a hacer. Regresaron a lo básico: billetes de 50, 100 y 200. Esto no quiere decir que en las épocas predemocráticas, las del partidazo, no hubiera recursos ilegales en las campañas, sino que se pagaban directamente desde las tesorerías de los estados y municipios, pues el Gobierno en turno era responsable de la buena marcha de la elección de su sucesor. Las instituciones de la democracia, creadas para evitar que los gobiernos o poderes fácticos inclinaran la balanza por algún partido o candidato, trajeron consigo los mecanismos de control, que podemos discutir si son justos o excesivos, para generar una cancha pareja. La única forma de evadir esas normas es usando cash. Salvo alguna excepción que podamos encontrar, me atrevería a decir que en todas las campañas de todos los colores del año 2000 para acá se ha manejado dinero en efectivo de procedencia inconfesable, sea porque viene de donativos de empresarios con montos excedidos, sea porque su origen son desvíos de los gobiernos, la mayoría a través de moches en la obra pública o nóminas fantasma, o directamente del crimen organizado.Luis Carlos Ugalde, quien ha estudiado este fenómeno en México más que nadie, calcula que por cada peso legal hay dos o tres por debajo de la mesa, casi todo en efectivo y algo en especie. Políticos que han estado en campañas recientes me dicen que estiman que es mucho más, que el dinero por debajo de la mesa es seis o siete veces los topes establecidos por la autoridad electoral.La importancia del libro “El Rey del Cash” no es que descubra el agua tibia de la corrupción electoral, sino que desnuda desde dentro la hipocresía de un Presidente que no se ha cansado de exaltar su superioridad moral y su honestidad y de denostar la corrupción de los otros, jamás la propia.