Miércoles, 24 de Abril 2024

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Diario de un espectador

Por: Juan Palomar

Diario de un espectador

Diario de un espectador

Para Gabriel Casillas Moreno, arquitecto extraordinaire, bravo sobreviviente

Atmosféricas. Siguen siendo los corazones heroicos de parejo temple hechos para no rendirse: el viejo maestro albañil y jardinero cumple por estos días noventa años de su edad. Y vive Dios que nunca se ha rajado, ni habrá de rajarse. Sabe que nació en mayo de 1929, su madre nunca le supo decir en qué día. Así que de común acuerdo fijamos el día tres, día de la Santa Cruz, como la fecha exacta y oficial. Este espectador tiene para sí que sus antepasados fueron los indios, ciertos criollos, pero sobre todo los moros. De allí, de los árabes, se explica su pasmoso talento para hacer jardines y casas. También su temperamento taciturno, de repente fosfórico. De los indios parece tener su callada sutileza, su sabiduría fatalista y estoica. Y de los españoles el señorío, la ruda elegancia de todo un Hernán Cortes, su apostura de galán inveterado. Mestizajes perfectos, que dan muy de vez en cuando -y es el caso- hombres de excepción.

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Santa Cruz revisitada. Corredores bajo la luna, reloj lunar. Ropero hendido como un toro en derrota, retrato de un cuarto. Azotea no vista. Ni el Cortijo ni la Planta. Huertas extraviadas. Puente persistente. Faunos insolentes en el esplendor de los veinte años que juegan al amor. Muchachitos y muchachos que se acordarán por siempre de haber tenido y perdido por culpa de sus padres un palacio siciliano flotando sobre un mar de cañas y con dos volcanes de juguetería al fondo que sus manos trataban de encender.

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Este día, 5 de mayo, marca no una batalla ganada, conmemora la trágica y cómica historia de amor entre México y Francia. Que por cierto dura hasta hoy.

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Arreolana. La llegada de la pálida: La locura que yo quise se ha vuelto un fantasma. Yo soy el lugar de las apariciones.

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Una cita regalada por un hermano, curativa: Busy bee has no sorrow (William Blake, leído por AK.) Por el crepitar de la línea satelital llegan indicaciones doctorales y fraternas desde Ibiza y México: es urgente, vital, conseguir y leer de inmediato un libro del gran Alexander Von Humboldt. Como siempre, se obedece la lacónica instrucción de inmediato. Y ya está el milagro, otro milagro. Qué cabrón. Como prescripción local, también, releer otra vez todo Proust.

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Otro sacrilegio. El del otro día fue hacer el elogio de Maná (antes de la abominable declaración política del tal “Fher”). El de hoy es transcribir trabajosamente, para todas las mujeres de la vida: para el rojo resplandor, este poema del abominado (por la bienpensantía aristocrática de las nacionales letras) Benedetti:

Mucho más grave

Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia

Poeta, Ensayista, Cuentista y Novelista uruguayo

Todas las parcelas de mi vida tienen algo tuyo

y eso en verdad no es nada extraordinario

vos lo sabés tan objetivamente como yo.

Sin embargo hay algo que quisiera aclararte,

cuando digo todas las parcelas,

no me refiero solo a esto de ahora,

a esto de esperarte y aleluya encontrarte,

y carajo perderte,

y volverte a encontrar,

y ojalá nada más.

No me refiero a que de pronto digas, voy a llorar

y yo con un discreto nudo en la garganta, bueno llorá.

Y que un lindo aguacero invisible nos ampare

y quizás por eso salga enseguida el sol.

Ni me refiero a solo a que día tras día,

aumente el stock de nuestras pequeñas y decisivas complicidades,

o que yo pueda o creerme que puedo convertir mis reveses en victorias,

o me hagas el tierno regalo de tu más reciente desesperación.

No.

La cosa es muchísimo más grave.

Cuando digo todas las parcelas

quiero decir que además de ese dulce cataclismo,

también estas reescribiendo mi infancia,

esa edad en que uno dice cosas adultas y solemnes

y los solemnes adultos las celebran,

y vos en cambio sabés que eso no sirve.

Quiero decir que estás rearmando mi adolescencia,

ese tiempo en que fui un viejo cargado de recelos,

y vos sabés en cambio extraer de ese páramo,

mi germen de alegría y regarlo mirándolo.

Quiero decir que estás sacudiendo mi juventud,

ese cántaro que nadie tomó nunca en sus manos,

esa sombra que nadie arrimó a su sombra,

y vos en cambio sabés estremecerla

hasta que empiecen a caer las hojas secas,

y quede la armazón de mi verdad sin proezas.

Quiero decir que estás abrazando mi madurez

esta mezcla de estupor y experiencia,

este extraño confín de angustia y nieve,

esta bujía que ilumina la muerte,

este precipicio de la pobre vida.

Como ves es más grave,

Muchísimo más grave,

Porque con estas y con otras palabras,

quiero decir que no sos tan solo,

la querida muchacha que sos,

sino también las espléndidas o cautelosas mujeres

que quise o quiero.

jpalomar@informador.com.mx

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