Jueves, 25 de Abril 2024

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Diario de un espectador

Por: Juan Palomar

Diario de un espectador

Diario de un espectador

Atmosféricas. Este texto también es una tarjeta de Navidad para todo El Informador: desde su patrón y director hasta el más joven de los repartidores. El viento viene ya, como un manto dulcísimo, porque llega la Navidad. También este año habrá comida, peregrinación con andas y petición de Posada, pastorela, piñata y güíjolas, luces de bengala. El Nacimiento aguarda el Milagro, el jardín da cuenta y esplende y glorifica al Niño Dios. La Virgen sonríe y San José, el centinela, continúa interperrito su guardia de varón casto.

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La biblioteca voladora. 

Querida Kenya Rodríguez:

Va la lista requerida para tu extraordinario proyecto Campamento “de los cinco libros que más me han marcado” –whatever that means- entre tantas que se podrían hacer:

Homero: Ilíada/ Odisea 
Marco Aurelio: Pensamientos
Marcel Proust: En busca del tiempo perdido
Antoine de Saint-Exupéry: Ciudadela/ El pequeño príncipe
Octavio Paz: Piedra de Sol (y obra poética completa)

El solicitado libro de mi biblioteca destinado a un participante en Campamento es Travels in the scriptorium, de Paul Auster, en una edición muy bonita. 

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Luego, hay otros libros, que no puedo dejar de mencionar, ahora que la maquinaria de la memoria juega sus juegos, aunque sea para el registro y la divagación.

Advertencia: esto, ni modo, es una suerte de autorretrato sentimental e intelectual. Es, parece, algo intransferible e irrepetible: un lector, un universo, sujeto siempre a las mareas de lo heredado y lo aprendido, del espejismo de lo novedoso, de los viajes, las desventuras y claridades, de las impresiones oídas de padres, amigos, maestros. Para un arquitecto, la literatura de gran calado es una experiencia similar a la visita de la Acrópolis, en cuanto a enseñanzas específicamente arquitectónicas, las que a menudo son insuperables en el caso de la letra impresa. Además, y siempre, estamos en el territorio de las mezclas duras, de los Limonov-zapoi… Y es esta relación la de una extraña alquimia, un ars combinatoria en donde se pueden inventar juegos diversos, como el de sortear quintetos y volúmenes individuales y dejar que el azar conforme entonces los tantos derroteros que el alma encontrará en esta selva de papel, maravillosa y cambiante.

Walter Scott: Ivanhoe, André Maurois: Toujours l’inattendu arrive, Orhan Pamuk: El museo de la inocencia ; Curzio Malaparte: Primera sangre ; Jean d’Ormesson: Un jour je m’en irai sans en avoir tout dit///Alejandro Dumas : La reina Margot/ Los tres mosqueteros; Rudyard Kipling : El libro de las tierras vírgenes/ The light that failed; Manufrance: Catálogos de venta; Marie-José Loriot de La Salle: Au hasard des chemins/ A.A. Milne : The House at Pooh Corner///Jorge Luis Borges: Obra; Eliseo Diego: Entre la dicha y la tiniebla; Paul Claudel: La anunciación hecha a María; Emmanuel Carrère: Limonov/ Le Royaume; Paul Valéry: Eupalinos o el arquitecto/ Cementerio marino/// F. Scott Fitzgerald: The beautiful and the damned; Nikos Kazantzakis: Alexis Zorba/ Carta al greco;  Washington Irving: Cuentos de la Alhambra; Margueritte Yourcenar: Memorias de Adriano; Mitología griega contada por GP y A del C///Juan Rulfo: Pedro Páramo/ El llano en llamas; R. Buckminster Fuller: Utopia or oblivion; Juan José Arreola: Confabulario/ La feria; Juan Ramón Jiménez: Platero y yo; Albert Camus: El extranjero/// Malcolm Lowry: Under the volcano; Condesa de Ségur: El general Dourakine; Agustín Yáñez: Genio y figuras de Guadalajara/ Al filo del agua; Hergé: Tintin (todo); The Pillow Book of Sei Shonagon; /// Goscinny y Uderzo: Astérix y Obélix (todo); D.H. Lawrence: The women who rode away; Hugo Pratt: Corto Maltés (todo); Eduardo Vázquez Martín: Sirenas y otros naufragios; Julio Verne: Matías Sandorf/Los quinientos millones de la Begún///Rabindranath Tagore: El jardinero; Elena Fortún: Cuchifritín, el hermano de Celia;  Georges Simenon: todo Maigret; Francis J. Finn, S.J. : Percy Wynn, Tom Playfair, Enrique Dy; Fred Vargas : Coule la Seine/// García-Salve : Diario de un muchacho de Preu; Joseph Kessel: Nuits de princes/ El cuarteto de París; Lanza del Vasto: todo/ Dios hablará esta noche; Vicente Huidobro: Altazor; José Luis Martín Vigil: La muerte está en el camino/La vida sale al encuentro///César Vallejo: Trilce; Anthony Powell: A dance to the music of time; Nathaniel Hawthorne: La letra escarlata/ Rapaccini’s daughter; Jorge Esquinca: La alianza de los reinos; Pascal Quignard: Le nom sur le bout de la langue

La presencia y el influjo de un libro no se limita a su lectura, si bien ésta pueda ser la parte esencial. En ciertos tratados apócrifos de Química se afirma que existe una misteriosa ósmosis entre los objetos y la gente, particularmente en el caso de los libros. Y esto surte efecto muchas veces sin apenas haberlos hojeado y hasta en condición intonsa. De allí, quizás, la reiterada presencia de los libros de cabecera. Tener próximos a esos volúmenes reconforta en las noches tempestuosas, apacienta el ánima, amaina los demonios. Como, por ejemplo, tener allí la Biblia de Jerusalén o el Misal Romanorum, o los Cuentos de Canterbury… Esa ósmosis fluye también del mero carácter objetual del libro: su hechura y su portada, su textura, su tipografía y su caja, su olor. Este espectador está seguro, por ejemplo, que un muy bonito ejemplar, jamás leído, de François Mauriac, le ha ayudado grandemente, por ignotas vías, a sortear las desventuras. Otra particularidad del singular fenómeno químico: la indisoluble mezcla con el lugar en donde cada libro fue leído, aunque sea en fragmentos. Llevar a Mallarmé, por ejemplo, para recitarse a sí mismo unas estrofas a la sombra de las ruinas de Balbek, o repetir las últimas líneas de un soneto de Shakespeare mientras la tarde se reclina sobre la laguna de Chapala en Tipontate, o releer de un tirón The Duel, de Joseph Conrad en un patio umbrío del Véneto, impregnarán por siempre esa mezcla definitiva que se da, si hay fortuna, entre el alma de quien escribió y la quien ahora lo lee, junto con el sitio de la evocación, el lugar de la invocación. Pocos pero doctos libros juntos (y entrar así en una maravillosa conversación con los difuntos). Falta decir que estos quintetos de alguna manera tratan de remediar las oceánicas ignorancias y las dolorosas omisiones que por fuerza los acompañan. Son magros saldos en el vano combate contra la imposibilidad, al final contra la muerte. Son también un espléndido (por lo menos para quien esto escribe), cadáver exquisito: una esencial seña de identidad de cada quien.   

Arthur Rimbaud: Illuminations; John Kennedy Toole: A confederacy of dunces; Charles Baudelaire: Les fleurs du mal ; Aldous Huxley: Brief Candles; Graham Greene: The end of the affair/A burnt out case; ///   Joseph Conrad: The shadow line; Evelyn Waugh: Brideshead revisited; Claudio Magris: El Danubio; Paul Auster: Timbuktu/ Trilogía de Nueva York; Alfredo R. Placencia: El libro de Dios/// Álvaro Mutis: Summa de Maqroll el Gaviero/ La muerte del estratega; Lawrence Durrell: El cuarteto de Alejandría; Robert Louis Stevenson: La isla del tesoro/// Antonio Machado: todo; G.K. Chesterton: El hombre que fue jueves/ Poesía completa (Lepanto); Miguel Hernández: todo; Ítalo Calvino: Las ciudades invisibles;  Bob Dylan: Songs/// Fernando Pessoa: Obra poética; Leonard Cohen: The favorite game; W.S. Merwin: The compass flower; Los Evangelios; Alfonso Reyes: Una ventana inmensa (Antología poética)///Emilio García Riera: El cine es mejor que la vida; Lorenzo Villalonga: Bearn; Aldo Rossi: Autobiografía científica; John Hejduk: todo; José Agustín Goytisolo: Taller de Arquitectura///Emily Dickinson: Collected Poems; Stendhal: Crónicas italianas; e.e. cummings: 95 poems; Vitruvio: Los diez libros de la Arquitectura; Charles Dickens: Pickwick Papers///John Ruskin: Stones of Venice/The Seven Lamps of Architecture; James Joyce: A portrait of the artist as a young man;  Bannister Fletcher: A History of Architecture; Cavafis: todo; Giuseppe Tomaso di Lampedusa: El Gatopardo///Teatro Griego: todo; Gonzalo Torrente Ballester: Los gozos y las sombras; P. Ángel Gastélum: Gradual de laúdes; Ignacio de Loyola: Ejercicios; 
Paul Bowles: The Sheltering Sky; Álvaro Siza: Profesión poética

Si el querido (en este caso todos lo son, y mucho) lector tuvo la paciencia o la curiosidad de llegar hasta aquí, aunque sea a brincos, este transcriptor lo agradece. El último quinteto, adrede, es un cuarteto. Representa ese libro, precisamente (o esos tantos) que se olvida. O también, todos esos que se han querido leer –o al menos poseer- y nunca se encontraron. Y luego, todos, todos aquellos que nunca se podrá, ni siquiera, saber de su existencia, determinante, remota y tal vez prodigiosa. ¿Un canon personal? Tal vez un modesto ensayo de una particular biblioteca de Babel en 18 quintetos y un cuarteto viudo: en 90 libros menos uno, y más todos los que cada quien quiera incluir, omitir, execrar, incluso imaginar. Existe un libro de formato ampliamente horizontal que contiene exclusivamente las nítidas fotografías de los entrepaños de las bibliotecas de varios arquitectos en las que es posible saber de qué libros se trata. Sería bonito hacer lo mismo con la suma de volúmenes que se enlistan. Pero no con la visión de los puros lomos de los libros, sino con la sucesión portentosa de su contenido, sus rincones y sus vuelos. Esa sería la película: esta pergeñada relación no sería entonces más que un guion. El guion secreto y determinante según el cual nuestra vida ha adquirido mucha de su profundidad, de su desgarramiento o de su belleza. Queda la certeza, por fin, de que la lectura de alguno de estos libros, no sabemos cuál, habrá de justificar y dar razón de nuestras vidas.

Sirva esta fatigosa relación, que espera su benevolencia y de ser posible sus comentarios y a lo mejor sus propias listas, para mandarles todos los parabienes y mis mejores augurios para una muy feliz Navidad y un flamante y venturoso año nuevo.

Con todo mi cariño, los abraza,

Juan

PD: Y El Tigre de la Malasia de Salgari, y todo Babar, y todo Ibargüengoitia y todo T.S. Eliot y todo Verlaine y todo…

PD2: En traducción de Borges, una línea, una divisa, de Chesterton en Lepanto: es aquel que arriesga y que pierde y que se ríe cuando pierde… (Habla de Don Juan de Austria).

PD3: Faltó The wind in the willows, de Kenneth Grahame; el más importante, Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand, Opiniones de un payaso de Heinrich Böll, toda la poesía de Gabriel Zaid y de Eduardo Lizalde y Francisco Martínez Negrete, Los Cuentos del viejo Japón en su maravillosa edición en tela del siglo XIX leídos en casa de Llalla,  y tanto y tanto…

PD4: Kindle, of course, sucks. Vale.

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