Viernes, 26 de Abril 2024

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Después de “El Chapo”

Por: Diego Petersen

Después de “El Chapo”

Después de “El Chapo”

Tras la sentencia el día de ayer, de cadena perpetua más 30 años de prisión, termina la novela de la vida real de “El Chapo” Guzmán. Han sido meses de atender un juicio lleno de información, pero sobre todo de morbo; nos enteramos de cada detalle, del arreglo de la mujer, de los gestos, de los arranques de humanidad de un capo sanguinario y evasivo, de los impulsos furibundos de los fiscales, los gestos rudos del juez… de todo.

Pero ¿qué cambió en México con la detención y condena de Joaquín Guzmán Loera, el narcotraficante más poderoso y famoso de México y quizá del mundo? Nada, y eso es lo verdaderamente preocupante. Para efectos prácticos, lo comentamos hace algunos meses, detener a “El Chapo” afecta al narcotráfico tanto como la renuncia del director operativo de Teléfonos de México. No es que no sea importante, su ausencia estresa la organización y la operación de la empresa, pero ni se suspende el servicio al cliente (en este caso los consumidores de droga en México, Estados Unidos y varios otros países del mundo) ni le pasa nada a los dueños del negocio: los empresarios y políticos que realmente se benefician del tráfico de drogas.

De hecho, si lo medimos en términos de violencia ejercida y droga consumida la detención y juicio a “El Chapo” Guzmán no ayudaron a mejorar la situación del país, incluso a juzgar por los datos de los últimos 52 meses, desde que fue detenido el capo de la droga en México, podríamos decir que las cosas han empeorado y bastante. A alguien que ha violado la ley y que debe tantas vidas como “El Chapo” hay que detenerlo y juzgarlo, de eso no hay duda, es una cuestión de derecho, pero pensar que eso ayuda a la pacificación del país en un error. A los capos del narco hay que perseguirlos y encarcelarlos, pero tenemos que dejar de confundir la lucha contra las drogas con la pacificación del país. Es claro y evidente que el tráfico de drogas genera violencia, pero no es ni la única fuente de violencia y en muchos lugares del país ya no es la más importante. El crimen organizado es hoy mucho más que trasiego y venta de drogas, pero seguimos hablando de narco para no ver lo que en realidad nos sucede.

Después de Guzmán Loera vendrá otro capo (“El Mencho” es el más sonado) y luego otro y otro y después otro. La condena a “El Chapo” es el fin de un capítulo, no de la historia. Qué bueno que se haga justicia, aunque esta tenga que venir de fuera; qué triste que esta justicia no tenga nada que ver con el Estado de Derecho en México.

(diego.petersen@informador.com.mx)

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