Viernes, 26 de Abril 2024

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Cuando la criminalidad mató también a la 4T

Por: Jaime Barrera

Cuando la criminalidad mató también a la 4T

Cuando la criminalidad mató también a la 4T

Poco antes de cumplir la primera mitad de su sexenio, el Presidente Andrés Manuel López Obrador hizo una sorpresiva declaración desde su púlpito mañanero en la que reconocía que su oferta de pacificar al país seguía siendo la más importante promesa de campaña incumplida, al señalar que sin paz no habría cuarta transformación. 

Desde luego había pasado ya el primer plazo de seis meses que prometió su primer secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, de disminuir 50 por ciento los homicidios con la creación de la Guardia Nacional, cosa que nunca ocurrió y que este funcionario dejó pendiente para irse como candidato de Morena a la gubernatura de Sonora. Sobra decir que así como incumplió al país, también a los sonorenses al no poder, como gobernador, con el combate a la inseguridad y la violencia.

“Vamos a seguir avanzando hasta pacificar al país, es un desafío, responsabilidad y convicción. Si no terminamos de pacificar a México, por más que se haya hecho, no vamos a poder acreditar históricamente a nuestro Gobierno”, dijo el Presidente aquella mañana en un irreconocible tono aunque instantes después volviera a la autocomplacencia al asegurar que había una disminución del 25 por ciento en los delitos del fuero federal.

El tiempo para buscar esa acreditación histórica del Gobierno de la 4T terminó ayer a la mitad de su quinto año de Gobierno, al aceptar que ya se llegó a la cifra récord de 156 mil 136 homicidios de diciembre de 2018 que inició su administración, a mayo de 2023 con lo que rebasó la cifra que se registró en todo el sexenio del panista Felipe Calderón y del priista Enrique Peña Nieto.

Como era de esperarse, AMLO ya no hizo referencia al costo de no cumplir con su “responsabilidad y convicción” de pacificar al país, y volvió a justificarse en que fue “una mala herencia” de los ex presidentes neoliberales que dejaron consolidar a los grupos del crimen organizado.

Lo cierto es que esas excusas pudieron valer cuando mucho hasta pasado su segundo año de Gobierno, pero no en el ya muy entrado último tercio de gestión. 

Lo que pasó fue que nunca hubo apertura para hacer una revisión crítica y los ajustes necesarios a su política anticrimen de los “abrazos y no balazos”, como muchos sectores sociales lo plantearon cuando lejos de disminuir, aumentaba la violencia. 

Su principal apuesta, la creación de la Guardia Nacional, que ahora quieren que se adhiera a la Secretaría de la Defensa Nacional, nunca pudo contener ni neutralizar a los cárteles de la delincuencia organizada, cada vez con mayor poder corruptor y de fuego.

Aunque ayer insistió que los delitos van a la baja y sus programas sociales terminarán por acabar con las causas de la violencia, es evidente que no han inhibido el enrolamiento de los jóvenes de escasos recursos a las filas de los grupos delincuenciales.

Tampoco hubo acciones contundentes para recuperar las cada vez mayores zonas del territorio nacional que están claramente en manos del crimen, no importa que sean bandas que hayan nacido en los tiempos neoliberales como volvió a justificarse ayer el Presidente. La obligación de su Gobierno es combatirlos y someterlos, y no hacer parecer que se les protege.

El Gobierno de López Obrador nunca pudo bajar sustancialmente el ritmo de homicidios, por eso superará con mucho los muertos que él en su momento atribuyó a la guerra de Calderón y a la ineficiencia de Peña.

Por eso la criminalidad mató también a la 4T.

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