Puedes equivocarte al contar mal un número y una historia, y en Jalisco hacemos ambas cosas. ¿Es posible que haya menos homicidios con Alfaro, pero que sumados superen los del sexenio de Aristóteles? Por supuesto. Esta semana volvimos a un debate que abordé en mi columna del 24 de junio del 2022: “Alfaro supera en homicidios todo el sexenio de Aristóteles”. Tras la guerra contra el narco en 2006, las tasas de homicidio se dispararon en todo el país. Ese baño de sangre continuó hasta que llegó Peña Nieto en 2012. Los primeros tres años del peñismo hubo reducciones sustanciales de asesinatos. Pero algo se quebró en 2015. Ayotzinapa, escándalos de corrupción y la fuga de “El Chapo” Guzmán… Ese año repuntaron los homicidios a niveles históricos hasta alcanzar su punto máximo en 2018. Esa misma tendencia en forma de V se reflejó en Jalisco de manera consistente. Este contexto importa porque el gobernador del Estado compara, reiteradamente, los asesinatos de cada año en su sexenio con ese fatídico 2018. Por el contrario, si Alfaro compara sus cifras con los primeros cuatro años del sexenio anterior no obtendría tendencias favorables a la baja sino un sexenio más violento. Ahí está el sesgo estadístico. Ahora, ¿hoy hay menos homicidios en Jalisco? Según la comparación que hagamos. En las cifras anuales de asesinatos de esta administración se dibuja una especie de U alargada. Pero si comparamos el primer cuatrimestre de 2023 con el primer cuatrimestre de 2018 (la comparación que hizo esta semana el Gobierno de Jalisco) hay una reducción sustancial. Todo depende del acomodo de las cifras, los cortes temporales y los criterios de comparación. Por eso dicen que la estadística sirve para probar cualquier cosa, incluso la verdad. A esto se suma la tremenda complicación de que no hay cifras confiables y abiertas de asesinatos de 2015 para atrás porque cambió la metodología (antes contaban sólo averiguaciones previas sin desagregar el número de víctimas por expediente). Por si fuera poco, el gobernador no cuenta las víctimas halladas en fosas clandestinas. Simplemente las borra. No valen. Me disculpo por esta enredosa explicación que funciona, a su vez, como un síntoma: contamos mal a nuestros muertos y eso nos lleva a contar mal la historia de la violencia homicida en nuestro Estado. Lo único peor que reducir una víctima a una cifra es hacerlo, además, mal.jonathan.lomelí@informador.com.mx