Martes, 23 de Abril 2024

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Ciudad sin cubrebocas

Por: Pablo Latapí

Ciudad sin cubrebocas

Ciudad sin cubrebocas

El uso de cubrebocas hoy debería ser un asunto de máxima prioridad en la Zona Metropolitana de Guadalajara.

A raíz de los señalamientos del Premio Nobel de Química Mario Molina en el sentido de que la diferencia entre aquellos países que efectivamente han atenuado los contagios, y los que no, ha sido el uso generalizado del cubrebocas, y máxime en una ciudad como esta que tuvo a fuerza que abrirse a la reactivación económica (en pleno auge de los contagios) por un asunto de supervivencia para las miles de personas que viven al día con el ingreso que obtienen trabajando cotidianamente, el cubrebocas debería estar por encima de cualquier otro asunto.

Queda claro que para esas miles de personas que no tienen otra alternativa que jugársela todos los días en el aglomerado transporte público de la ciudad, la herramienta más cercana y económica es el uso del cubrebocas.

Sin embargo, esto no ocurre así: es muy bajo el porcentaje de personas que lo utilizan a conciencia, y son más quienes no lo traen y si lo hacen es abajo de la nariz, en la garganta o en cuanto suben al transporte público se lo quitan.

Dos veces ha intentado el gobierno del estado decretar la obligatoriedad del cubrebocas, y dos veces ha fallado escandalosamente en que se ejecute la medida.

Alguien no está haciendo la tarea.

Con un tema tan fundamental y delicado como la propagación de contagios del coronavirus, no existe un ejercicio inteligente, profesional y real de comunicación oficial que llegue a todos los sectores de la población. Los mensajes gubernamentales apenas salen de las redes sociales, y a partir de ahí se convierte aquello en un teléfono descompuesto que no llega a todos, y que si llega, lo hace totalmente distorsionado o contaminado.

No es novedad que el gobierno actual no considere la importancia de la comunicación local; ha apostado a las redes sociales, por medio de mensajes largos y tediosos en una sociedad que apenas si tiene acceso a la digitalización, y que lo último que haría sería dedicar tiempo a ver videos de larga duración, y además en un tono de regaño.

En la forma de pretender comunicar hay una tremenda soberbia.

Y no es un tema de gastar a lo loco en campañas en medios locales como lo hicieron gobiernos anteriores facilitando el mal uso de los recursos o la sobrevivencia de medios que no lo merecían.

Es un tema de profesionalización, y de empatía: de hacer las cosas bien.

Estudios serios darían pistas a los responsables de la comunicación oficial donde están los medios efectivos, y con un poquito de humildad un acercamiento a los principales líderes de opinión los podría granjear como cómplices convencidos a la misión de comunicar el uso del cubrebocas.

Pero ni lo uno, ni lo otro; y mientras eso no ocurra la fantasía popular seguirá construyendo historias sobre “lo inútil” del cubrebocas, y con una rebeldía natural a todo lo que suene a orden o imposición.

Seguiremos en una ciudad sin cubrebocas.

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