No le alcanzó al conjunto albiazul jalisciense para lograr la ansiada corona en la Serie del Rey. Fueron los Diablos Rojos del México quienes se alzaron con el trofeo, coronándose campeones, de hecho bicampeones, y reafirmándose como el equipo con más títulos en la historia del béisbol estival mexicano. Los pingos barrieron a los Charros de Jalisco, y ni en la más triste de las pesadillas de Benjamín Gil y su cuerpo técnico podía haberse imaginado una derrota con barrida tan contundente a manos del equipo escarlata.Es cierto que había una expectativa clara: los Rojos llegaban como favoritos. Sin embargo, en el imaginario de la afición y de los propios jugadores estaba el dar batalla, llevar la Serie a cinco, seis o quizá siete juegos. No fue así. El desenlace resultó demasiado rápido, demasiado seco, demasiado doloroso. Una eliminación que no corresponde al nivel mostrado por Charros en su recorrido hasta la final.No obstante, el sello de Charros en los últimos años ha sido la irregularidad. Altibajos constantes tanto en la Liga Mexicana del Pacífico como en la de verano. Un equipo capaz de hilvanar victorias espectaculares y de inmediato tropezar en rachas negativas que lo hunden en la tabla. En esta campaña estival, el guion se repitió: pasaron a playoffs como sexto lugar, “de panzazo” dirían algunos, pero con el talento suficiente para crecer en la postemporada y colarse hasta la definición por el campeonato.El contraste se evidenció en la Serie del Rey: el equipo mostró deficiencias a la ofensiva, errores defensivos que pesaron demasiado y un picheo errático que dejó en claro las áreas a mejorar. Mientras tanto, los escarlatas fueron todo lo contrario: ordenados, consistentes, certeros en el momento adecuado. El resultado no podía ser distinto al que se vio: un campeón indiscutible y un subcampeón digno, pero con muchas lecciones por aprender.El subcampeonato no es poca cosa. Haber alcanzado esa posición deja motivada a la afición, que reconoce en su equipo la capacidad de competir en la máxima exigencia. Pero también es un recordatorio de que el talento por sí solo no basta: se necesita consistencia, disciplina y solidez en todas las líneas. El reto, ahora, está en que la directiva y el cuerpo técnico identifiquen las piezas necesarias para apuntalar al equipo de cara al béisbol invernal y, más adelante, a la próxima temporada de verano.Habrá que revisar con lupa el roster para la campaña de la Liga Mexicana del Pacífico. Charros tiene la oportunidad de enmendar sus errores, reforzar su picheo, afinar la defensa y recuperar la explosividad ofensiva que tanto lo ha caracterizado. Si el equipo logra encontrar estabilidad, podrá aspirar no solo a pelear, sino a conquistar el campeonato invernal, dándole a su afición la satisfacción que tanto merece.Y después, claro, mirar de nuevo hacia el verano, hacia la posibilidad de alcanzar ese tercer título en la historia del club dentro de la Liga Mexicana de Béisbol. Ya se evocan las epopeyas de 1967 y 1971, y se anhela que en el futuro cercano pueda agregarse un nuevo capítulo dorado al palmarés de la novena jalisciense.Por lo pronto, la enseñanza es clara: el béisbol no perdona errores y recompensa a quien sabe ser constante. Los Diablos Rojos lo entendieron y se llevaron la gloria. Los Charros se quedaron con la experiencia, que bien digerida puede convertirse en combustible para nuevas gestas. La afición albiazul sigue de pie, con la esperanza intacta y con la ilusión de que lo mejor aún está por venir.bambinazos61@gmail.com@salvadorcosio1