Lunes, 29 de Abril 2024

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Carlos Reinoso, el América y el antagonismo como vocación

Por: Raúl Romero

Carlos Reinoso, el América y el antagonismo como vocación

Carlos Reinoso, el América y el antagonismo como vocación

Hace falta una vocación especial para querer ser el villano de la película. Es necesario el deseo de desafiar las convenciones, combinado con la habilidad de concentrar la atención del público sobre sí, así como la capacidad de regodearse en el repudio.

Esos elementos son ingredientes importantes de la personalidad colectiva del América, antagonista al protagonismo de las Chivas, y están presentes en los principales exponentes azulcremas, en una línea que va desde el técnico José Antonio Roca hasta Cuauhtémoc Blanco pasando por Carlos Reinoso, tal vez uno de los primeros jugadores que representó el americanismo tal como lo entendemos hoy.

Reinoso llegó al América en 1970 luego de jugar con el Audax Italiano de su natal Chile. El futuro ídolo americanista parecía estar predispuesto desde el nacimiento a los desplantes histriónicos. Su nombre completo parece el del villano de una novela de fantasía: Carlos Enzo Exesequiel Reinoso Valdenegro.

La calidad del chileno fue de inmediato evidente en México. El locutor Ángel Fernández lo bautizó como “El Gran Chaparral”, por su corta estatura y su gran clase en la cancha.

Tal como demandan los cánones americanistas, Reinoso no era un ídolo unidimensional, ni siempre fácil de amar. Muchas veces se hizo expulsar por no poder controlar sus impulsos en la cancha, pero sus logros deportivos excedieron con creces sus exabruptos.

Con Reinoso como orquestador, los azulcremas ganaron dos campeonatos de Liga, una Copa México, un título de Campeón de Campeones, una Copa Concacaf y la Copa Interamericana de 1978, que América se adjudicó ante Boca Juniors gracias a un cobro de tiro libre del chileno.

La actitud hacia el Reinoso jugador es bien ilustrada por la frase de apertura de una columna publicada en 1977 en este diario: “usted puede simpatizar con Carlos Reinoso y también podrá pensar que es un hombre muy desagradable, pero en lo que seguramente todos estamos de acuerdo es en su honradez profesional y en su calidad futbolística”.

A Reinoso no le bastó triunfar como jugador del América. Volvió al equipo como técnico y obtuvo el título de Liga en la temporada 1983-1984. Ese logro es tal vez su más grande regalo al americanismo, ya que los azulcremas vencieron en la Final al Guadalajara, una herida todavía abierta en el orgullo del Rebaño. Infligiendo una afrenta espectacular, el antagonista se vuelve protagonista por un momento, y el que era protagonista se convierte en víctima.

Es posible percibir la rabia del “Tubo” Gómez en la crónica de ese partido, que el portero escribió para EL INFORMADOR. “Las Águilas supieron aprovechar la cobardía y los errores en que incurrieron las Chivas”, escribió el guardameta del Campeonísimo, a quien no se le escapó que el miedo, ese gran aliado de los antagonistas, fue un elemento importante en la derrota del Guadalajara.

La antipatía de Reinoso hacia el Guadalajara no ha amainado con el tiempo. En 2015, como entrenador del Veracruz, los jugadores de Chivas lo acusaron de apagar el aire acondicionado del Estadio “Pirata” Fuente durante el partido que los rojiblancos perdieron 2-0 ante los escualos.

La derrota fue dolorosa para el Guadalajara por muchos motivos. Además de caer ante su incansable rival, los rojiblancos agravaron su posición en la tabla de cocientes, poniendo en riesgo su lugar en la Primera División, un peligro que a la postre lograron evitar.

Seguramente Reinoso todavía goza recordando ésa y sus otras victorias ante el Guadalajara, y no deja de planear la próxima, porque el futbol activo se termina, los rivales envejecen y los nombres a veces caen en el olvido, pero el antagonismo es una vocación de por vida.

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