Lunes, 01 de Septiembre 2025

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Bitácora del año 1

Por: Carlos Loret de Mola

Bitácora del año 1

Bitácora del año 1

La presidenta llega a su primer informe sin más proyecto que seguir la ruta autoritaria delineada por López Obrador, reparando los errores de su antecesor sin poder presumirlo, enfrentado rebeldías en su partido y convertida en la piñata de Trump que nadie quisiera que fuera. 

Voy uno por uno. 

Sin proyecto propio, con proyecto autoritario. La doctora Sheinbaum no ha sido capaz de delinear un proyecto propio. ¿Cuál va a ser su legado? Nadie lo sabe. No nos ha dicho. ¿Qué sí dirá de su sexenio dentro de veinte años? El primer renglón de su párrafo en la historia está escrito: fue la primera mujer presidenta. Pero, ¿y el segundo renglón? Hasta ahora no sabemos. En su primer año se ha dedicado a seguir el dictado autoritario que delineó su mentor político López Obrador. No estoy hablando de que rompa o se distancie. Sino que establezca a dónde quiere llegar, qué quiere hacer, qué huella quiere dejar. Hasta ahora, solo se ha mostrado como el eficaz brazo ejecutor de una agenda autoritaria que incluye conseguir ilegalmente una supermayoría en el Congreso, destruir el Poder Judicial para llenarlo de jueces y ministros de su partido, dinamitar la competencia electoral para garantizar la permanencia de su grupo en el poder y asfixiar la libertad de expresión para imponer su verdad. Es el plan de AMLO, ejecutado por ella. Es tan mal visto internacionalmente este proyecto autoritario que ha generado desconfianza económica y ha obstaculizado la inversión y el crecimiento. 

Reparando los errores. Creo que aquí está lo bueno del primer año: sin poder decirlo -porque implicaría una confrontación con el Señor de Palenque-, ha dedicado buena parte de su administración a ordenar el desorden que le dejó AMLO y a reparar sus errores. Tiró a la basura el “abrazos no balazos”, está recuperando el abasto de medicinas, va en ruta de reducir los 6 billones de deuda del último año, revivió las estancias infantiles, desapareció Segalmex, convirtió la Megafarmacia en bodega y adelgazó Mexicana de Aviación. Desgraciadamente estos logros puntuales palidecen frente al daño brutal, estructural, difícilmente reparable, que implica el proyecto autoritario del párrafo anterior. 

El partido. A la presidenta no le hacen caso en su partido. Si pide que no vivan con lujos, le estrellan en la cara viajes, casas y relojes. Si pide que salgan a dar una explicación, se tardan días. Si pide candados para la reelección y el nepotismo, le dicen que se espere tantito. Está claro que el dueño es otro y los poderosos de Morena no la ven para arriba. La recta final de este primer año ofrece a la doctora Sheinbaum una oportunidad que ya veremos si sabrá aprovechar: sus dos principales rivales en Morena -Adán Augusto López y Andy López Beltrán- parecen cadáveres políticos después de los escándalos de narcos y de viajes. 

Piñata. “¡México no es piñata de nadie!”, suele arengar la presidenta. Desgraciadamente sí es. Es piñata de Trump. México, ella y su gobierno. Lo escribo sin ningún regocijo. No puedo imaginar que a algún mexicano le pueda gustar algo así. El pleito es desigual, hay poco margen y la estrategia que ha escogido -ruda en el discurso pero cediendo todo en los hechos- ha comprado oxígeno pero está por demostrar su eficacia incluso a mediano plazo.

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