Viernes, 26 de Abril 2024

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Ahogados por los cables

Por: Juan Palomar

Ahogados por los cables

Ahogados por los cables

No es un asunto menor. No es un detalle. Es la apropiación impune y tolerada del espacio visual (y por lo tanto vital) de todos los ciudadanos. Los cableados aéreos fuera de control deben ser ordenados.

La ciudad está compuesta por una compleja serie de elementos que deberían conformar un todo reconocible y apropiable por sus habitantes. De esa apropiación parte la identificación y el reconocimiento del individuo con su contexto vital. Solamente así es posible contar con una vida comunitaria integrada, plena.

Muchos son los elementos actuales que se oponen a lo anterior. El contexto urbano se encuentra sometido a múltiples presiones surgidas de la frecuente contraposición de los intereses comunitarios con las conveniencias particulares. Por eso, es importante siempre que la autoridad encuentre una conciliación para estas tensiones, y haga valer el interés común.

La contaminación visual tiene efectos muy significativos en la experiencia de los entornos urbanos. Produce una percepción de descuido y desorden lo que contribuye a la pérdida de calidad de vida de los individuos y nubla su relación con la ciudad, volviéndola una serie de experiencias insatisfactorias.

El arraigo de esos vicios en la imagen de la ciudad genera una muy negativa brecha entre una realidad construida satisfactoria y una secuencia de entornos en los que priva el desorden y la confusión. El resultado es una alienación de la población respecto a su  propio hábitat, respecto a lo que debiera ser la casa de todos.

Los sistemas de cableados son, desde luego, un elemento necesario en la ciudad. Permiten acceder a servicios, muchos de ellos indispensables. Suministro eléctrico, teléfono, redes de cables de las compañías de video y datos, etc. Sin embargo, es necesario establecer una política urbana, con los programas necesarios, para que exista una transición ordenada del actual sistema, donde priva el recurso al cableado aéreo, por un gradual soterramiento de todas las redes posibles.

Una de las razones es la de la imagen urbana ya mencionada. Y ésta se inscribe en términos más amplios. La contraposición de las indispensables masas arbóreas, cuya presencia es cada vez más indispensable dada la contaminación ambiental creciente, con las redes de cableados, es insostenible. Otra razón muy poderosa es la seguridad y mantenimiento de todas las redes concernidas.

Existe ahora el extremo de que el espacio aéreo colectivo sirve hasta de bodega para, aparentemente, futuras conexiones. El orden y la armonía urbana no son ni con mucho algo prescindible: están en el centro de la vocación de las ciudades como entornos justos y dignos.

jpalomar@informador.com.mx

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