Se cuenta que Stalin preguntó alguna vez de manera insolente que cuántas divisiones armadas tenía el Vaticano. Con esto quería decir que frente al gran poder nuclear de la Unión Soviética, el Papado era una entidad muy débil en el escenario internacional. Visto a la distancia, el comentario del líder ruso se disipa en la arrogancia de un régimen que desapareció de la faz de la tierra, mientras el Vaticano, y con él, la feligresía católica persiste en el mundo.A Stalin le habría parecido curioso que un papel fundamental en el resquebrajamiento de la Unión Soviética hubiera sido precisamente desempeñado por un Papa: Juan Pablo II.Tras su deceso en el 2005, lo relevó Benedicto XVI, quién enfrentó a un mundo que empezaba a cambiar precipitadamente. Una Europa cada vez más secular, el establecimiento de importantes sectores del mundo musulmán en el viejo continente y las consecuencias de la gran crisis económica del 2008 representaron importantes retos para su papado. Ni qué hablar de escándalos dentro de la propia Iglesia Católica.Tanto Joseph Ratzinger como Karol Wojtyla eran pensadores profundos, educados en la tradición de la filosofía y la teología europea. Después de la renuncia de Ratzinger, el Colegio Cardenalicio de la Santa Sede no escogió a otro europeo como Papa, sino a un latinoamericano: Jorge Mario Bergoglio. El oriundo de Buenos Aires escogió como su apelativo papal el nombre de Francisco, en referencia a Francisco de Asís, conocido, entre otras cosas, por su rechazo de la opulencia y por su voto de pobreza.Bergoglio fue todo lo que podría pensarse de un latinoamericano que, de joven, conoció en carne propia el horror de las dictaduras militares sudamericanas, así como la pobreza indigna que aún hoy abunda en esta zona de la tierra.Si el Papa Juan Pablo II supo ser el defensor de la libertad ansiada por los europeos del Este y las naciones del Imperio Soviético, el Papa Francisco supo ganarse el cariño y la admiración de los más necesitados del planeta.Sin duda le tocó ser un líder espiritual en momentos de graves repercusiones políticas, caracterizados por el ascenso de los populismos autoritarios de izquierda y de derecha que amenazan con destruir el orden republicano, liberal y democrático que ha traído prosperidad y justicia nunca vista donde quiera que se han puesto en práctica sus instituciones.Poco antes de morir, el Papa Francisco realizó una gran crítica a las políticas llevadas a cabo por la administración Trump. Al considerar al trumpismo no como un paso hacia adelante en el progreso ético, sino más bien como un retroceso, él tuvo razón. Pronto sabremos si el siguiente líder espiritual del mundo católico continuará su labor y apostolado. De cualquier manera, el legado del Papa Francisco es inmenso y también lo es el cariño con el que lo han despedido millones de seres humanos.gdehoyoswalther@gmail.comTwitter: @gdehoyoswalther