Las imágenes, subidas a las redes sociales por el periodista Salvador García Soto, no pueden ser más aterradoramente elocuentes. Es en el ejido Morelos, en Tomatlán, una de las zonas más pobres de la Costa de Jalisco. Se alcanzan a ver dos pick ups llenas de despensas y cinco personas que las entregan a damnificados por las tormentas en una banqueta llena de arena. No hay manera de verificar si se trata de algo reciente, aparentemente sí, pero en cualquier caso revela a la perfección el modus operandi del crimen organizado.Quienes reciben, en su mayoría mujeres, se acercan con orden a las camionetas de donde bajan paquetes que contienen jabón, papel de baño, aceite, latería. Todos idénticos, profesionalmente armados y empacados. Un narrador ubica el lugar y comenta cómo la gente se lleva feliz la ayuda. Hacia el final dice: “Esta ayuda, se les hace saber, que viene del patrón. Nuestro patrón, el señor ‘Mencho’, para que tengan conocimiento y sepan de’ onde viene, para que no piensen que es del DIF o de otra empresa”.La escena es terrible no solo por lo que implica que sea el crimen organizado quien responde ante la emergencia de un grupo de personas afectadas, sino porque es una clara muestra del cómo ejerce el crimen organizado el control territorial que ha perdido el Estado. Uno de los elementos de la marginación es justamente la falta de servicios por parte del gobierno. Allá donde el gobierno no llega, el crimen organizado se convierte en estado paralelo: impone el orden, cobra el derecho de piso y cuando hay tragedias, responde. De la misma manera, como sucedió en aquel fallido operativo del primero de mayo de 2015, cuando las fuerzas federales persiguen al “Mencho” la población le responde y lo protege.No sé si, como dice el Presidente López Obrador, en el combate a la delincuencia 80 por ciento es política social y solo 20 estrategia de contención policial, parecen números sacados de la chistera, y es muy probable que sea solo una ocurrencia. Pero más allá de las cifras en lo que tiene toda la razón es que el Estado debe recuperar su presencia en el territorio a través de programas sociales, sobre todos de los dos grandes brazos de nuestro aparato gubernamental: salud y educación. Sin embargo, cualquier solución de fondo pasa por el fortalecimiento de los municipios, la instancia del Estado que tiene la facultad y las obligaciones a nivel territorial y el contacto directo con los pobladores.Son decenas de municipios en todo el país, en Jalisco, Michoacán, Guerrero, Tamaulipas, Sinaloa, etcétera, donde hay abandono de terreno, donde el crimen organizado tiene el control. La batalla contra la delincuencia organizada no es una abstracción o una estadística, hay que pelearla centímetro a centímetro, joven por joven, en el territorio.(diego.petersen@informador.com.mx)
