Jueves, 25 de Abril 2024

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AMLO; optimismo y alarma

Por: Diego Petersen

AMLO; optimismo y alarma

AMLO; optimismo y alarma

No hay forma de no tener sentimientos encontrados. La toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador es sin duda uno de los acontecimientos políticos más relevantes de las últimas décadas, hay una renovada esperanza en el país, un ambiente festivo que era urgente, justo y necesario. Por lo mismo, es inevitable no prender focos de alarma ante lo que podría ser no solo una nueva frustración sino un camino ya recorrido y nos puede llevar a derroteros tan conocidos como indeseables.

Simplemente comparar el convoy de seguridad de Enrique Peña Nieto con el de Andrés Manuel López Obrador genera una nueva visión de la política. Las camionetas blindadas de color negro, llenas de guaruras vestidos de negro, pasándose los altos frente al auto compacto blanco de López Obrador, con poca, casi nula seguridad, saludando a la gente y respetando las señales de tránsito es ya un cambio simbólico trascendental. La prepotencia del poder y sus signos externos es una de las peores herencias del Gobierno que se va, y vaya que deja muchas.

Sin embargo, esa nueva escala humana de la Presidencia, que sí ha logrado imprimir el nuevo Presidente, contrasta con otros signos de empoderamiento, de un nuevo Tlatoani endiosado por sus seguidores.

Hay dentro de todo lo positivo algunos signos de alarma. El exceso de promesas y la exacerbación de las expectativas son directamente proporcionales al tamaño de la decepción. No se necesita ser economista, como él mismo dijo de Ortiz Mena, para saber que un sistema universal de salud con medicinas gratuitas para todos en tres años es simplemente imposible. Que, aunque se canse el ganso, operar simultáneamente todos los proyectos y todos los programas para cumplir las 100 promesas que recitó en el Zócalo es impensable y eso suponiendo que hubiese presupuesto suficiente para ello, cosa que no hay.

La austeridad, que celebro, es importantísima, pero más como una forma de reencausar el Gobierno, de regresar el sentido republicano al ejercicio del poder público que como fuente de financiamiento. Todo lo que no se gaste en excesos de los funcionarios deberá ser destinado a beneficios de los que menos tienen, pero de ahí no saldrá el flujo que se requiere para la gran cantidad de promesas del Presidente López Obrador.

Yo me daré por bien servido si al final del sexenio logramos cambiar la tendencia -ni siquiera digo resolver completamente- de la inseguridad y la pobreza, y si tenemos un Gobierno más eficaz y menos corrupto. Hago votos, eso sí, porque tengamos un Presidente que se pertenezca a sí mismo y se haga responsable de sus palabras y sus actos y no uno que se esconda en el pueblo para tomar decisiones.

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