No sé nada de aviones ni de aeropuertos. De hecho, que los aviones vuelen me sigue pareciendo un milagro y que no choquen en el aire, más. Así que a mí no me pregunten dónde, cuándo ni cuánto debe costar un aeropuerto; no tengo la menor idea. Lo único que sí quiero es que cuando vaya a la Ciudad de México en avión llegue a un aeropuerto que funcione, tenga capacidad para recibirnos a todos y no nos dejen una hora a media pista porque no hay puertas y, sobre todo, que esté conectado con transporte masivo con la ciudad. Pero si me preguntan “¿cuál opción piensa usted que sea mejor para el país?”, como está en la boleta de la consulta que comienza mañana mi respuesta sería “no sé, pregúntenle a los que sí saben”. Desgraciadamente esa opción no está en la boleta.¿La consulta es una pachanga? Sí y no. Sí en el sentido de que no hay ninguna certeza, ni en la organización ni en el conteo. Tenemos que confiar que los que cuenten los votos nos van a decir la verdad porque están investidos de la renovación moral de López Obrador. Por lo que no es una pachanga es porque el destino de una de las inversiones más importantes del país está en el aire sin criterios claros sobre cómo se decide.No creo en la consulta. Esto es, estoy cierto de que la decisión está tomada de antemano y que la consulta obtendrá el resultado favorable a la decisión que el Presidente electo y su equipo tomaron previamente. Lo que no tengo claro es el sentido de la decisión. Esto es, si van a usar la consulta para ratificar el aeropuerto de Texcoco o para darle palo. Si hacen ganar a Texcoco podrán decirles a los opositores a la obra “yo no estaba de acuerdo, pero el pueblo, que nunca se equivoca, dijo que eso quiere y eso vamos a hacer”. Sería una forma rebuscada pero eficiente de retractarse de una promesa de campaña.La otra opción, también posible, es que lo que busque López Obrador sea consenso para no hacer la obra y cambiar el destino de los recursos ahí comprometidos. El resultado de la consulta será entonces que el pueblo sabio quiere un aeropuerto en Santa Lucía. Eso no rescata al lago, como creen algunos ambientalistas: el daño ecológico ya está hecho y no habría dinero para rescatar el lago.La tercera opción es que gane Texcoco y, para salvar los recursos y poder destinarlos a programas sociales, se privatice el nuevo aeropuerto. No lo va a decir con ese nombre, que está prohibido en el vocabulario de la Cuarta Transformación, pero para eso existen los eufemismos, como “vamos a apoyarnos en la iniciativa privada”, “inversión mixta”, etcétera.Como sea, en una semana sabremos si mandamos o no a volar el aeropuerto de Texcoco y cuáles son las consecuencias económicas de la primera gran decisión del Presidente que gobierna sin haber tomado posesión.(diego.petersen@informador.com.mx)