Jueves, 28 de Marzo 2024

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* Valores

Por: Jaime García Elías

* Valores

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Los partidos de la prestigiosa UEFA Champions League, a los que tiene acceso el aficionado mexicano por medio de la televisión, generan un sentimiento -permítase la paradoja- de sana envidia. Se quisiera que en los estadios mexicanos hubiera, ocasionalmente al menos, la intensidad de encuentros como el Manchester City-Tottenham del miércoles, o pinceladas futbolísticas como los goles de Messi (el primero) y Coutinho en el Barcelona-Manchester United del martes. Y se quisiera, de paso, que en las tribunas de nuestros estadios hubiera el entusiasmo, sí, pero la corrección, también, que allá proyectan los aficionados.

Hay que decir, sin embargo, que tras esa aparente corrección de los aficionados hay, con más frecuencia de la deseable, conductas deplorables, frente a las cuales las exclamaciones con que los espectadores mexicanos acompañan los despejes de los porteros (y que han costado multas y amenazas de sanciones adicionales -incumplidas hasta ahora- por parte de la FIFA), son niñerías absolutas.

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Se trata, en concreto, de expresiones que incitan a la discriminación racial, o injurias que exceden todos los límites tolerables.

Sin que se justifique, que los aficionados, airados, coreen el epíteto de “ratero” en contra del árbitro que señala un penalti en contra o deja de señalar uno a favor de su equipo favorito -especialmente cuando es local y sus simpatizantes son notoria mayoría-, se explica. Que, como reacción ante lo que consideran un atropello, arrojen líquidos, con los que molestarán a otros aficionados pero no alcanzarán ni mucho menos causarán daño al supuesto destinatario, por lo consiguiente.

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Con la excusa de que se trata de “comportamientos minoritarios”, en Europa -la cuna de la civilización y la cultura, según eso- los dirigentes de las federaciones han preferido cerrar un ojo y abstenerse de aplicar los correctivos previstos por los reglamentos, cuando las expresiones de racismo, odio u obscenidad violenta se producen.

En España, concretamente, los reglamentos autorizan a que el árbitro, en uso de su “buen criterio”, suspenda un partido a causa de “incidentes del público”. Y aunque -ya se apuntó- ese causal se da con más frecuencia de la deseable, no se ha dado el caso de que esa norma se aplique… (Lo que sí sucedió -salvadas todas las distancias- en Argentina, por ejemplo, cuando el comportamiento de los seguidores del River Plate determinó que la final de la Copa Libertadores más reciente se jugara… en Madrid).

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