“Que 20 años no es nada…”, sostiene, lloroso, el tango; que “No es lo mismo ‘Los Tres Mosqueteros’ que ‘20 años después’…” afirma otro aforismo.En todo caso, 20 años han transcurrido desde que Francia honró su calidad de anfitrión de un Mundial, ganando el último del siglo pasado; y 12 pasaron ya desde el episodio que quizá se recuerda más por el cabezazo de Zidane (de ordinario tan propio, tan fino, tan respetuoso de las reglas y de los adversarios) a Materazzi, que le ganó la expulsión y resultó determinante en la derrota francesa, que por la coronación de Italia en el Mundial de 2006.*El resultado de la Semifinal disputada ayer en San Petersburgo hizo honor a la lógica: por su historial, Francia era favorita. Sin embargo, el desenlace de ese episodio dejó un sabor de contrariedad en el paladar de quienes habían elogiado el futbol desplegado por Bélgica en el Mundial en curso: un futbol que, sin desdeñar los resultados, había sido más brillante, más espectacular que el de los galos.En las notas previas se había encomiado la contribución de los porteros a los números con que llegaron a esta fase del certamen los cuatro semifinalistas. Las crónicas de la batalla de ayer pondrán el acento, entre otros aspectos, al lance con que Lloris cerró el paso a un disparo de Alderweireld que llevaba etiqueta de gol. Un detalle que seguramente tuvo en el marcador un peso específico mayor que las defensas de Courtois, primero al desviar con un pie un tiro cruzado de Pavard, y, casi al final, con un zarpazo a zurdazo de Matuidi. Si Courtois, en el marco belga, evitó la goleada, Lloris, en el francés, canceló de antemano la posibilidad de que el partido se hubiera ido al alargue e incluso a la instancia suprema de los penaltis.*Didier Deschamps, por una parte, está en vías de reeditar la historia de Zagallo, ganador de dos Mundiales como jugador (en Suecia 58 y Chile 62) y de uno más (el de México 70) como técnico, con Brasil; por la otra, es señalado por sus detractores como aspirante a que se le considere discípulo aventajado de los Carlos Salvador Bilardo y Diego Simeone (“El fin justifica los medios”, sería su divisa: un himno al pragmatismo), porque Francia, según sus críticos, parece más interesada en conjugar el verbo “especular”... que en hacerlo con “jugar”.
