Martes, 21 de Mayo 2024

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- Remover heridas

Por: Jaime García Elías

- Remover heridas

- Remover heridas

Antes de pasar página para dedicar espacio en los medios y tiempo de vida de sus lectores a asuntos más importantes -o sin el “más”; simplemente a asuntos importantes-, convendrá, con la venia del lector amable, proponer algunas consideraciones, a manera de colofón, tras la tolvanera verbal que desató el tlatoani en turno con la ocurrencia de pedir que el Rey Felipe VI y el Papa Francisco se disculpen por los atropellos contra los derechos humanos, perpetrados por conquistadores y evangelistas (“la mafia en el poder” de aquellos tiempos), hace cinco siglos, contra los pobladores originarios de estas tierras…

-II-

El incidente sirvió, de entrada, para recordar que la historia no sucedió exactamente como aparece en algunos textos “oficiales” que tienden a simplificarla. La Conquista de la Gran Tenochtitlán -y la consiguiente caída del imperio azteca- fue consecuencia de una alianza de Hernán Cortés con los caciques de las tribus deseosas de liberarse de la dominación de los mexicas. Todos los procesos de conquista habidos y por haber (los romanos en las Galias, los musulmanes en Andalucía, etc.) implicaron destrucción y muerte. Si una disculpa operara el milagro de revertir tales daños -reconstruir lo destruido, revivir a los muertos…-, sería pertinente ofrecerla… por extemporánea y hasta insincera que fuera.

Las reacciones a que dio lugar el despropósito sirvieron, por otra parte, para probar que, aun sin ser el mejor de los mundos posibles, en México se dan las condiciones para el ejercicio de la libertad de expresión. Quienes quisieron descalificar la ocurrencia, mediante argumentos, o criticar a su autor y aun pitorrearse de él -los “memes” en las redes sociales estuvieron en barata- porque estimaron indigno de una persona supuestamente inteligente y culta, e impropio de la importante investidura que ostenta, exhibirse ante los ojos del mundo con esa peregrina necedad, lo hicieron, al igual que quienes decidieron aplaudir, elogiar o secundar su demanda, sin correr más riesgos que los raspones inherentes a toda confrontación verbal.

-III-

Si todo eso es positivo -es de personas sensatas aprender de todas las experiencias-, lo mejor, quizá, fue el consenso que se desprende de los miles de comentarios derivados del incidente: la conclusión de que la cacareada reconstrucción del país, en beneficio de la generación actual y de las venideras, ciertamente no se conseguirá a base de remover heridas, recalentar rencores o sacar a relucir basura, de decenios o de siglos, acumulada debajo de la alfombra.

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