Sábado, 20 de Abril 2024

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- ¿Postneoliberalismo?

Por: Jaime García Elías

- ¿Postneoliberalismo?

- ¿Postneoliberalismo?

Como los “nuevos términos para su vocabulario” acuñados, hace añales, por una marca de brandy, habrá que inventar un neologismo (“vocablo, acepción o giro nuevo en una lengua”, nos ilustra el “tumbaburros”) para sustituir al neoliberalismo, una vez que en una de las más recientes -y ya clásicas- “mañaneras” se firmó oficialmente el acta de defunción de esa corriente y se difundió “urbi et orbi” la noticia de su fallecimiento… sin calificarlo de “lamentable”, como se estila en esos casos, ni puntualizar si “confortado con los auxilios espirituales y la bendición papal”. (Esos detalles se difundirán, presumiblemente, en el curso de los correspondientes triduos y novenarios).

-II-

Es poco probable que el ciudadano común tenga una idea clara acerca de la naturaleza de “el hoy occiso”, como se diría en la jerga policiaca. Sí debe tener, en cambio, la noción de que, aun siendo una entelequia, una abstracción, una cosa irreal, era, también, “el villano de la película”, porque el discurso oficial en boga lo ha culpado de los mayores males del país -pobreza, corrupción, injusticia social…- surgidos en las tres últimas décadas.

El neoliberalismo, en sus orígenes, fue una filosofía económica diseñada en Europa en la década de 1930, como vía intermedia entre el liberalismo clásico y la planificación económica socialista. Sus fundamentos primarios -aplicados en Chile, concretamente, tras el golpe de estado de Augusto Pinochet contra Salvador Allende- consisten, explican los entendidos, en “eliminar los controles de precios, desregular los mercados de capital, promover la participación de la iniciativa privada en todas las áreas de la actividad económica y reducir tanto las barreras comerciales como la ingerencia del Estado en la economía, especialmente mediante la privatización y la austeridad fiscal”.

-III-

Eso, en la teoría. En la práctica, el modelo aplicado en México -no  precisamente desde el sexenio salinista sino “desde endenantes”- ha tenido otras peculiaridades: el tráfico de influencias, el contubernio entre empresarios y gobernantes -las mexicanísimas “mochadas”-, las licitaciones amañadas, la regulación engorrosa, la tramitología excesiva, la aplicación retorcida de la ley, la institucionalización de la “mordida”, el imperio de los monopolios, y un largo etcétera.

Si -retomando al clásico- “lo que el Presidente quiso decir” es que desaparecerá la corrupción implícita en todas esas prácticas, habrá que verlo para creerlo… O para reprocharle (con la frase de Corneille, en “El Mentiroso”; no, como suele citarse, de Zorrilla en “El Tenorio”) que “los muertos que vos matáis… gozan de buena salud”.

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