Por razones que no están suficientemente claras, la pobreza suele identificarse con la virtud; la riqueza, en cambio, con las peores manifestaciones de la ruindad. En ese sentido se orientan expresiones que se han vuelto tópicas. Verbigracia, “Nosotros los pobres y ustedes los ricos”, “pobres pero decentes”, y un largo etcétera…-II-El tema está de moda. Lo puso en la palestra el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés), al revelar que grandes consorcios y personas célebres invierten sus fortunas en los llamados paraísos fiscales”: crean empresas ficticias que depositan sus supuestas utilidades en cuentas bancarias secretas que operan en países donde, precisamente para atraer capitales a los que eventualmente puede darse un uso ilícito, el fisco cierra un ojo… o los dos. Las triangulaciones hacia esos bancos, a través de consorcios jurídicos especializados en encontrar subterfugios y laberintos para burlar las leyes, pueden constituir delitos como la evasión o el lavado de dinero.Varias empresas y personajes señalados en la investigación referida, han aportado ya las correspondientes aclaraciones, acompañadas de pruebas de que tenían a las autoridades hacendarias de sus respectivos países al tanto de sus operaciones, toda vez que éstas no necesariamente son ilícitas. Entre los más de treinta mexicanos incluidos en la “lista negra” –llamémosla así— del ICIJ, entre los cuales dos futbolistas cuyos nombres no han sido revelados, destaca Joaquín Gamboa Pascoe –fallecido ya—, quien fuera “líder sindical” (dirigente de la Confederación de Trabajadores Mexicanos, bastión del PRI en los años de la “dictadura perfecta”, como la denominó Mario Vargas Llosa) y “representante popular” (fue diputado y llegó a ser presidente de la Gran Comisión de la Cámara de Senadores y líder de la bancada priísta en el sexenio de José López Portillo, uno de los más cuestionados por actos de corrupción).-III-A las preguntas –impertinentes, por supuesto— acerca de su debilidad por los automóviles de lujo, el que en sus orígenes había sido obrero y luego representante sindical en una industria textil, solía responder secamente: “Si los trabajadores –a los que ‘representaba’ desde el sitial más importante de la poderosa CTM— están jodidos (literal), yo también”.Habría que ver cuántos de esos trabajadores (sojuzgados, oprimidos, explotados, para decirlo con vocablos menos vulgares) llegaron a tener –con o sin conocimiento de las autoridades hacendarias— depósitos por 15.5 millones de dólares en esos “paraísos fiscales”, como sí los tuvo su ilustre y digno “representante”.
