Viernes, 26 de Abril 2024

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- Piropos

Por: Jaime García Elías

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Antaño, “en los tiempos en que se amarraba a los perros con longaniza y no se la comían”, como rezaba el tópico, ocasionalmente había letreros curiosos -además de los consabidos “prohibido fumar” o “prohibido escupir”- en el interior de los autobuses urbanos. Algunos aludían al cordón con que se accionaba el timbre: v. gr.: “Es timbre, no trapecio”; “Es timbre, no tololoche”; “No se cuelgue del cordón; (usted no es feo)”…

-II-

Este último, con la venia del lector amable, viene el caso por el tema de las “alianzas” o “coaliciones” que ya cocinan los partidos “tradicionales” de cara a las elecciones intermedias del año próximo. Más particularmente, a la declaración del presidente del Partido Acción Nacional (PAN), Marko Cortés, en el sentido de que, al aliarse con el PRI y el PRD para designar candidaturas comunes a las diputaciones por representación proporcional en la próxima legislatura, su partido busca tener mayoría en la Cámara Baja, al efecto de “detener la destrucción del país”. Acceder a las curules, pues, sería el medio; el resto, el noble, laudable, plausible fin.

Ya se ha comentado que el primer reto de las alianzas o coaliciones consiste en romper la resistencia del común de los ciudadanos a las mismas, por considerar que desnaturalizan la esencia de los partidos y traicionan los principios de doctrina que supuestamente los distinguen. Para el ciudadano común, identificarse con un partido es como tener una nacionalidad o una religión, o simpatizar con un equipo de futbol. Las banderas se defienden a muerte; no se “catafixian” a voluntad.

-III-

Si, como dice Cortés, la intención es “evitar la destrucción del país”, convendría, primero, mostrar al potencial votante del 2021 los indicios o señales de que el Gobierno de la “Cuarta Transformación” pretende destruir al país; segundo, hacerle ver que dicha intención es perversa, y no, como sostiene su adalid todas las mañanas, extirpar -que también eso implica “destruir”- la corrupción y demás vicios arraigados en México, particularmente durante el satanizado “período neoliberal”; tercero, difundir su propio proyecto o programa de gobierno, y las acciones concretas que impulsarían desde el Congreso para contrarrestar o frustrar tales intentonas.

El Gobierno ya ha dedicado lisonjas y piropos a granel al pueblo, calificándolo de “bueno y sabio”… antes de endosarle la culpa de algunas de sus propias decisiones. Ahora habría que decirles a los promotores de las “alianzas”: “Explíquennos, con palitos y bolitas, que pretenden con ellas; (ustedes no son feos)…”.
 

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