A ver: la expresión “el hampa periodística”, acuñada por el Presidente López Obrador y presentada en sociedad en una “mañanera” de la semana pasada, surgió por la pregunta de un reportero acerca de los drásticos recortes dispuestos “por (la Secretaría de) Hacienda” al presupuesto destinado al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), y que habrían ocasionado la renuncia de Germán Martínez Cázares a la dirección del mismo. Según la respuesta de López Obrador, tales recortes serían infundios de un sector de la prensa que ha tratado de mantener una posición crítica (en el sentido de predispuesta sistemáticamente a juzgar o evaluar) con respecto a su Gobierno…Planteado así, habría falsedad en tal aserto; además, presumiblemente, de dolo o mala fe en la difusión del mismo.-II-Objetivamente, el hecho es que el tema de los recortes fue tomado por el reportero que hizo la pregunta -y por todos los articulistas que abordaron el asunto-, de la carta de once cuartillas, íntegramente difundida en su oportunidad, con que Martínez Cázares fundamento y justificó públicamente su renuncia.El reportero no se sacó de la manga ninguna patraña: planteó una inquietud social... Hay la promesa presidencial de que los mexicanos tendrán, al final del sexenio, servicios de salud “como en los países nórdicos”. En lo que ese buen deseo se hace efectivo, consta en actas -y cualquier ciudadano que acuda a cualquier clínica del IMSS puede constatarlo- que la realidad, hoy, es muy distinta. Cabe, por tanto, la preocupación -legítima por lógica- porque la salud de los 60 millones de derechohabientes (casi la mitad de los 128 millones de habitantes del país) del IMSS, pudiera verse comprometida, si no por falta de medicamentos, sí por insuficiencia de camas y/o de personal médico y administrativo.-III-Valen, en esas condiciones, los planteamientos de los intelectuales que participaron, ayer, en el foro sobre Desafíos a la Libertad en el Siglo XXI, convocado por la Universidad de Guadalajara: “Si un político -incluido el Presidente de la República- es objeto de críticas -que no de ofensas ni de calumnias-, tiene que mostrar tolerancia con respecto a ellas” (Enrique Krauze); “Es imposible construir un espacio de deliberación medianamente racional (…) si el mandatario no responde a los argumentos con argumentos sino con descalificaciones” (José Woldenberg).Aunque, claro, para aceptar esas observaciones antes habría que admitir, humildemente, que quizá Confucio tenía razón cuando escribió, cinco siglos antes de Cristo, que “Gobernar significa rectificar”.