Domingo, 12 de Octubre 2025

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- Envidia

Por: Jaime García Elías

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Una buena y una mala: la buena, que una ciudad mexicana fue designada en la edición 2018 de los “World’s Best Awards” (mejores premios mundiales) como “la mejor ciudad del mundo”; la mala…, que no se trata de Guadalajara.

La distinción de referencia se otorgó a San Miguel de Allende, Guanajuato, por la revista “Travel&Leisure” (viaje y comodidad). “La presea -según el editor en jefe de la publicación, Nathan Lump- rinde homenaje a los mejores destinos y proveedores turísticos del mundo, conforme a las votaciones que hacen sus lectores en un periodo de seis meses”. San Miguel, por cierto, consiguió esa distinción por segundo año consecutivo: algo que sólo habían logrado anteriormente Kyoto, Japón, y Sidney, Australia.

-II-

Apresurémonos a aclarar, a todo esto, que la alusión a Guadalajara, en el primer párrafo, está más motivada por amor a la ciudad (“El hombre es de donde quiere”, decía Chesterton) que por afán de hacer “carrilla”… De hecho, ayer, aquí, se aludía a los elogios que Agustín Yáñez, en “Genio y Figuras de Guadalajara”, y el canónigo José Ruiz Medrano, en un discurso pronunciado en Madrid, en un Congreso Internacional sobre la Hispanidad, dedicaron a la otrora Perla de Occidente.

Yáñez encomiaba como las mayores prendas de la ciudad la bonhomía de sus moradores y el apego a sus tradiciones; Ruiz Medrano inició su pieza oratoria -la referencia es de memoria- pidiendo perdón a los no tapatíos, “por hablar tanto de Guadalajara”, y a los tapatíos, “por hablar tan poco” de su ciudad natal.

Yáñez y Ruiz Medrano hicieron el encendido elogio de Guadalajara, uno por los años treinta, otro a mediados del siglo pasado; el primero, cuando las ideas del arquitecto Ignacio Díaz Morales, secundadas por el gobernador Jesús González Gallo, orientadas a la modernización del Centro, aún estaban lejanas; otro, cuando esas reformas no acusaban todavía sus lamentables consecuencias (la degradación, el abandono y la ruina de muchas de sus añejas construcciones; la despersonalización casi total de varios de sus barrios tradicionales); lamentables consecuencias -valga el subrayado-, no porque la modernización hubiera sido intrínsecamente perversa, sino porque faltó visión y energía -Gobierno, en una palabra- para evitar que, a la larga, los efectos perniciosos de la iniciativa prevalecieran sobre los plausibles.

-III-

Guadalajara nunca recibió un reconocimiento como el que acaba de recibir San Miguel Allende. Pero de que fue, alguna vez, al menos, “la ciudad más vivible (valga el neologismo) de México”, ni duda cabe…
 

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