Viernes, 26 de Abril 2024

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- De terror

Por: Jaime García Elías

- De terror

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Entonces, ¿qué hacemos con los muertos…?

Rafael Azcona, humorista español, escribió a mediados del siglo pasado una novelita que editó “El Club de la Sonrisa” y más tarde se convirtió en una película poco notable, de la que acaso lo más memorable sea el título: “Los muertos no se tocan, nene”. Que es, entrando en materia, lo que ha dado pie a una serie de informaciones que hacen el paso de la muerte -permítase la analogía- entre lo chusco y lo macabro…

-II-

Se trata, para no abundar en los escabrosos pormenores de la noticia, de que las instalaciones del Servicio Médico Forense ya son insuficientes para almacenar los cadáveres que se le remiten en función de la incidencia de muertes violentas -cinco diarias, en promedio- que ocurren en la zona metropolitana de la otrora “Ciudad Amable”, y que nadie reclama quizá porque los familiares denuncian su desaparición, pero se ahorran el desagradable trámite de buscar entre los difuntos que se acumulan en la morgue.

Las penurias de las autoridades para almacenar esos cuerpos, habida cuenta de que la ley obliga a “llevar el control de la admisión, custodia y entrega” de los mismos a los familiares que los reclamen, y prohíbe expresamente incinerarlos, remite a reflexiones pretéritas acerca de las muertes violentas que ocurren en Guadalajara y anexas: más concretamente, que las autoridades encargadas -teóricamente- de esclarecer esos hechos, de investigar las causas, identificar a los autores y someterlos a proceso, difícilmente cumplen siquiera con la fase preliminar de ese trámite: la identificación de las víctimas.

-III-

Por lo demás, en la hipótesis de que se encontrara, primero, la fórmula que resolviera el conflicto de índole sanitaria que se volvió noticia, y, después, ocurriera el milagro de que se hicieran pesquisas, se identificara, procesara y sentenciara a los culpables, el siguiente embrollo consistiría en disponer de los espacios necesarios para encarcelar a los autores de tales crímenes.

Si uno de los más graves problemas que confronta el sistema penitenciario en México consiste en la saturación de los pomposamente denominados “Centros de Readaptación Social” -lo que genera fenómenos como el “autogobierno” de las cárceles y los que de ahí se derivan-, no obstante las notorias insuficiencias de los mecanismos teóricamente encargados de la procuración de la justicia, sería terrorífico imaginar las dimensiones que tendrían los penales capaces de alojar a la mayoría de los criminales... y cómo sería la vida dentro de los mismos.

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