Jueves, 25 de Abril 2024

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- “Algo que comer”

Por: Jaime García Elías

- “Algo que comer”

- “Algo que comer”

Cada vida es una historia. Sin embargo, hay un común  denominador en las historias de los miles de migrantes que salieron de Honduras hace casi un mes, y en los cientos que pasaron por Guadalajara este fin de semana: todos huyen del infierno; todos buscan un futuro mejor; todos ejercen el derecho de buscarlo… aunque ello represente, de momento, saltar de la sartén al fuego.

-II-

No en oleadas como las que generó “La Caravana”, como genéricamente se denomina al contingente que decidió dejar atrás la pesadilla de una existencia en que la violencia, la inseguridad, el hambre y la falta de oportunidades son la constante cotidiana, y salir en pos de un sueño, sin equipaje y sin alforjas, muchos de ellos con sus únicos tesoros -sus hijos- tomados  de las manos; no en oleadas, pero los migrantes, para los tapatíos, son ya, desde hace años, parte del paisaje. Están en decenas de cruceros. Imploran, a veces con palabras, a veces sólo con la mirada a través de los cristales de los automóviles, “algo que comer”.

Cuando la realidad los obligue a desistir, algunos verán en algunas ciudades mexicanas una opción; una esperanza.

Ahora que “La Caravana” se fragmentó, porque sus integrantes decidieron tomar distintas rutas para avanzar hacia a su destino, la presencia de los que pasaron por Guadalajara fue, para muchos tapatíos, motivo de conflicto. ¿Qué hacer, en conciencia, ante tal situación…? ¿Alentarlos…? ¿Acogerlos…? ¿Tratar de disuadirlos…?

La decisión, por parte de ellos, ya está tomada. Aunque algunos -los menos-, han desistido, la mayoría está en lo dicho: seguir en pos del sueño… o morir en el intento. Van apenas a la mitad del camino. Saben que falta lo más difícil, porque no se vislumbra, en la meta intermedia -la frontera con Estados Unidos-, ninguna luz de esperanza. Ninguna… Se diría, racionalmente, que su empresa -su aventura, sería más exacto- está condenada al fracaso. Irremisiblemente.

-III-

Cuando la realidad los obligue a desistir, algunos verán en algunas ciudades mexicanas una opción; una esperanza. Otros se darán por bien servidos si organismos internacionales, grupos asistenciales, organizaciones no gubernamentales, les proveen de autobuses que hagan menos penoso el viaje de retorno, cuando a las fatigas del éxodo fallido se sume la frustración por el fracaso de la aventura.

Por lo pronto, más allá de lo que cada uno, en lo personal, haya hecho al respecto, los tapatíos pueden -esta vez sí- aplaudir a sus autoridades, porque ellas, en su nombre, respondieron al clamor: “Porque tuve hambre y me diste de comer…”.

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